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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Salvador Velarde y la Escuela DECLARA






Salvador  es pintor y Barranquino de nacimiento.  Seguro de allí se conoce con mi amiga Sara, quien fue la que me lo presentó en un almuerzo por su santo en su casa de Pachacámac, a la que ella me llevó.  “Te va a gustar conocerlo”, me dijo.  “Conocer a su esposa Carolina Viale y a sus hijas gemelas, Lucia y Beatriz; conocer su arte y el de sus alumnos; conocer su escuela-taller, y la historia de su fundación.”   Así llegué,adentrándome a este mundo bucólico, lejos de la ciudad con sus edificios sucios por la polución, pasando  por las fábricas de esa Lima que se  industrializa y por la tugurización en los cerros, adonde han sido empujados los desatendidos…los que llegaron tarde a la repartición  que impone el crecimientodemográfico.
Es esa ciudad de la que se escaparon Salvador y Carolina hace veinte años para dar rienda suelta a su imaginación y a las inquietudes del alma…huyendo del progreso que aplasta y despersonaliza al ser humano. Se fueron “lejos del tráfico, del humo del caos… de ese mundo delirante” y llegaron a un terreno que adquirieron por casi nada para comenzar una vida alejada del mundanal ruido.  Sus vecinos fueron campesinos y artesanos que habían escapado de la violencia de los andes, durante la época del terrorismo y se refugiaron en el desierto, donde comenzaban a construir también sus viviendas y a cultivar pequeñas parcelas para su consumo.  Venían de Huánuco, Huancavelica, Apurímac, Ayacucho, Tingo María…  No tenían luz, agua potable ni alcantarillado, pero se sintieron libres del peso con que los aplastaba la ciudad.  Así vivieron por 10 años hasta que el progreso de la ciudad los alcanzó y se hizo necesario.  “Viajar a Lima es viajar por la historia de la humanidad…viajas pasando por 5,000 años de historia…pasando por huacas, fábricas y ciudades dilapidadas” dice Salvador.  En un cuadro que  después pintaría, se refleja claramente su sentir sobre esto. 


En Pachacámac renovó  su  vida como artista.  Después de enfrentarse con un mundo competitivo y limitado como el de la grandes ciudades en extremos tan diversos como Milán (donde estudió geometría  y pintura) y Lima, sintió que su arte tomaba un sentido diferente, en el que se podía mirar al mundo e interpretarlo a su manera.  Carolina y él se dedicaron a su pasión…él a su pintura y ella a su música.  Muchas veces ella lo acompañaba en sus vueltas por el campo mientras pintaban.  Según Salvador, vivían una vida amable y fue un shock sentir que había la posibilidad de una vida perfecta…algo así como en el paraíso…sin barreras, sin grandes posesiones, pero disfrutando de la riqueza y apreciación de la naturaleza.  Era un mundo donde él se podía sumergir en una pintura personal, sin limitaciones convencionales, “donde el pintor construye un mundo que se convierte en su refugio personal; donde lo inimaginable se hace real.  Un mundo de sitios escondidos…de piedras, de ríos, de cactus,  donde el cielo se funde con la tierra y la luna asoma tímida, donde te puedes desnudar en medio de un paraje, sin preocupación alguna; donde te puedes comunicar contigo mismo” Por eso le gusta tanto recrear paisajes.
En aquellos tiempos pasaban libremente por su propiedad, muchos niños que daban vueltas por allí  a la salida de sus colegios, o mientras ayudaban a sus padres en las labores de las chacras vecinas.  Ellos se interesaron  por la pintura  y Salvador y Carolina les consiguieron lápices y papel y los dejaron dibujar.  Poco a poco fueron viniendo más  interesados y ellos se vieron en la necesidad de conseguir gente que los ayudara  a formar un pequeño centro de enseñanza donde los niños pudiesen expresar sus inquietudes por el arte.  Y aquí entra toda esta explicación filosófica que nos hace Salvador sobre el efecto del dibujo en la educación del niño.  Nos dice que con el dibujo se hace un mapa del mundo.  Al mirar su entorno, y plasmarlo en el papel, el niño se ve a sí mismo. El niño plasma en él su forma de entender al mundo, lo que es importante para él…el dibujo debe de ser libre porque es la forma como cada persona ve al mundo y que marca la diferencia con los demás.  A un niño no se le puede censurar su dibujo, porque aquellos son los que marcan quiénes son ellos. Las visiones son infinitas y  cada uno tiene que tener su propia visión. La historia no es igual para todos.
Y fue así como  fue observando que surgía un interés por aprender de parte de ellos, por encontrar una continuidad en lo que hacían. El despertar de la creatividad del alumno es la mejor manera de conducir la educación.  Encontraron la motivación y confianza suficiente  para  querer aprender y educarse.
Por ese entonces, se pasaron la voz algunas personas que vivían en Lima, sobre las clases de pintura, y comenzaron a venir, algunos como voluntarios, otros como aprendices, a participar en esta nueva aventura.  Así llegó una señora de ochenta años, Clara, que había sido profesora en su juventud, pero que quería pintar.  Cuando los alumnos se enteraron de su profesión, le pidieron ayuda para que los orientara en sus tareas del colegio.  Así, en una ramadita que le prepararon, Clara empezó a enseñarles y se lo tomó muy en serio.  Le llamaban la Escuelita de Clara
Cuando Salvador y Carolina decidieron  crear la Escuela, quisieron nombrarla así en honor a esta gran señora.  Su recato la llevó a protestar  por esto y a los fundadores no les quedó otra cosa que  llamarla Sociedad Educativa Solidaria, Escuela Declara.
En esta escuela, aparte del taller de dibujo y pintura, se fueron creando talleres espontáneos de cerámica, música y tejido en telar, en los que hoy participan personas de diferentes   edades y sectores sociales.  Músicos, tejedores, ceramistas y maestros, se fueron sumando al grupo dispuestos a compartir sus conocimientos en  unas casitas de barro que se fueron construyendo en la propiedad.
La Escuela Declara es “una comunidad de personas de diferentes edades y “circunstancias”que se encuentran en Pachacámac y se juntan para actividades artísticas y artesanales.  Está basada en una actitud educativa solidaria y recíproca (donde cada uno enseña o comparte lo que sabes y aprende) en un lenguaje común que es el arte.  La escuela no es un proyecto, es una forma de vivir compartiendo y satisfaciendo  una necesidad humana básica pero ignorada; la necesidad del arte.”
Rafo León nos dice:  Tengo el agrado de escribir que existe en Lima, en Pachacámac para ser preciso, un jardín donde las casas parecen no tener fronteras y donde la realidad, sin dejar de serlo, se ha transformado de norma castradora, en impulso creador, en encanto.  Los niños que por ese entonces pasaban por allí, tímidos y huidizos, desconocían tener un talento para dibujar, pintar, tejer, hacer música, tallar, cocinar, coser y conversar.”  Claro está que la mayor parte de los migrantes a esa zona eran artesanos en sus lugares de origen y llevaban el arte en sus venas.
Hoy en día, han pasado 20 años desde esta gran aventura y  en la Escuela  Declara se ha instalado una dinámica creativa, y educadora que hoy se va extendiendo por los diversos colegios del valle de Pachacámac.  Los alumnos de antes se han convertido en maestros de los nuevos asistentes y muchos de ellos exponen y venden sus trabajos allí. La Escuela se ha unido a la Asociación Atocongo, gracias a la cual puede sostenerse y crecer.  Las clases se han extendido a los colegios de la zona.  Profesores y alumnos aprenden juntos y los profesores aprenden de los niños. Marco Palacios, el profesor de pintura, es un valioso educador para los niños.



Salvador ensena en los colegios.  Él dice:  “No hay que tener miedo…hay que dibujar para conocer tu entorno, para controlarte, para relacionarte con el mundo, para desarrollar tu inteligencia”.  Este mundo es un lienzo para tu imaginación…  Para Salvador, el dibujo es un efectivo ejercicio de observación y de concentración.  A través de él se medita.  Los niños mismos descubren sus propias técnicas para resolver sus problemas de creación  y de acción.  Según el poeta y crítico literario Herbert Read, quien escribió varios volúmenes sobre el rol del arte en la educación:  “El Arte se halla profundamente incorporado en el proceso real de percepción, pensamiento y acción corporal….el arte es parte del proceso orgánico, no es un asunto ornamental.”



El taller de máscaras se ha extendido a la escuela de Cardal, por ejemplo, y allí se hacen máscaras y títeres con los que ilustran pequeñas historias contadas por los niños.
El sostenimiento de la Escuela se ha basado principalmente en donaciones y en la creación de sistemas solidarios.  Para sostenerla, se pidió ayuda de amigos e instituciones que estuviesen interesados en ayudar a  diseñar un modelo educativo iniciado por los propios niños.   Venden productos artísticos y artesanales,  pusieron en marcha un restaurante y organizaron pequeños recitales musicales.  Salvador tiene una serie de historietas que han sido ilustradas con sus dibujos.  Carolina y él escribieron en el año 2005, un importante documento llamado YO SOY, sobre los derechos de los niños y niñas.    
La Escuela se ha hecho conocida en base a los resultados de su presencia activa y permanente en la comunidad y en las escuelas rurales de educación primaria de la zona. 
Quiero terminar con un escrito de la gran educadora argentina, Leticia Cossettini, gran amiga de los Velarde, quien siempre los apoyó en esta obra monumental que se han propuesto:
“El arte infantil es posible cuando la escuela conduce al niño al descubrimiento del mundo que lo rodea y de sus relaciones de orden  y armonía; cuando la autoridad del maestro está hecha de amor y conocimiento y el niño  se deja conducir por su experiencia que lo ayuda a crecer.  La ternura del maestro lo salva del miedo, de la timidez y de la indecisión, y el arte infantil nace con natural sencillez como un don de gracia.  Su acción es decisiva y cualquiera que sea la asignatura o el aspecto de la educación, el maestro logra del niño lo mejor de sí mismo al expresarse con sinceridad; al descubrir la armonía y belleza en lo cotidiano y al conducirlo fluidamente a niveles de expresión más altos, pero siempre verdaderos.  La aceptación de la disciplina y la asimilación de conocimientos son consecuencia de esa necesidad recíproca de amor y de libertad de expresión, y del logro de ambas.  El arte infantil es posible sin maestros de arte (La escuela actual nos lo posibilita).” 

                   Lucy Newton de Valdivieso                                  Noviembre de 2015




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