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martes, 4 de septiembre de 2012

El Arte de los Retablos Peruanos

 


Retablo de Maximiliano Ochante

Maximiliano Ochante



Retablo de la Iglesia de la Asunción de Campo de Criptana en Castilla, La Mancha (fue destruído en la Guerra Civil)

Retablo Familia Nuñez



Retablo de Florentino Jimenez



Antes de hablar sobre los retablos, creo que es necesario hacer una observación sobre el la ubicación de esta forma de expresión artística dentro de la categoría de arte popular.
El arte popular es la expresión de los sentimientos y creatividad de un individuo. A través de su arte, el individuo plasma sus vivencias, tradiciones y expresiones culturales. El arte popular debe y se va actualizando de acuerdo al progreso del momento o tiempo-histórico en el que vive su intérprete. Este fruto de una expresión individual, se convierte muchas veces en una tradición familiar que se transmite generacionalmente y que va adquiriendo los matices propios de los individuos que la perpetúan. Generalmente, transmite un mensaje.
En el Perú, el arte popular es una manifestación única de la expresión artística lograda a través de la mezcla de los elementos traídos por la cultura de los conquistadores y los propios de la cultura costeña, andina o de la hoya amazónica.
Cuando el arte popular deviene en una producción en serie, en la que ya no importa el mensaje, y se hace para suplir las demandas del mercado, éste se convierte en una artesanía utilitaria. Es importante que nuestra artesanía sea el vehiculo de difusión de nuestro arte popular y que se conserven y defiendan nuestras tradiciones en forma pura.
Los cajones de San Marcos o de San Lucas, antecesores de los retablos, son los mejores ejemplos de los cambios que se han producido con el tiempo y la evolución hacia conceptos más modernos. Estos son altares portátiles de vivo colorido, que cuentan con puertas laterales que pueden cerrarse y dentro de los cuales están representadas imágenes de santos y de la vida diaria. Las diminutas imágenes están hechas de yeso o pasta de harina y constan generalmente de dos pisos.
En España estos altares tienen sus antecentes en los dípticos romanos o tablas plegables en los que la primitiva iglesia cristiana anotaba los nombres de los vivos y muertos. En España se convirtieron en altares portátiles de uso domestico y ambulatorio que formaban parte del ritual de la Iglesia Católica.
Mis contemporáneos todavía se acordaran de que cuando eran niños, la iglesia local mandaba a todos los fieles que se apuntaban, la imagen de una virgencita metida dentro de un altar con puertas y con una alcancía al medio para las contribuciones voluntarias. Este debía quedarse una semana en casa de cada familia, en el curso de la cual se rezaba el rosario diariamente frente a la imagen. Esta imagen rotaba entre todas las familias solicitantes de la parroquia.
Esta es una tradición traída por la iglesia española a nuestro país. En el resto de Europa, se les llamaba frontales o antipendios y dieron lugar a retablos monumentales que componían los altares de las iglesias en los siglos XIII y XIV. Asimismo, en las iglesias rusas o griegas se pueden apreciar los famosos íconos que podrían ser predecesores de los retablos españoles.
En el Perú, los orígenes de los Cajones de San Marcos se remontan a los altares o capillas portátiles empleados en los inicios de la conquista por los religiosos españoles con el fin de adoctrinar a las poblaciones indígenas. Posteriormente, estos altares fueron adoptados por los campesinos con fines diferentes. Su creación se inicia específicamente en Ayacucho y los campesinos vieron en ellos el elemento perfecto para mezclar sus tradiciones religiosas propias con las impuestas por los españoles, sin despertar las sospechas de los extirpadores de idolatrías. En el siglo XIX se llamaban cajones de San Marcos o de San Lucas, porque se colocaban en ellos imágenes de aquellos santos y se llevaban al campo para celebrar la marcación del ganado y orar por su fecundidad y protección. Así, estos adquirieron un carácter mágico-religioso.
Estos cajones tenían dos niveles: el nivel superior donde estaba representado el mundo celestial o Hanaq Paccha. Allí se ponían las imágenes protectoras del ganado como San Lucas (patrón de las llamas), San Marcos (patrón del ganado vacuno), Santa Inés y Santa Elena (patronas de las cabras), San Juan Bautista (patrón de las ovejas), San Antonio (patrón de las mulas y venerado por los arrieros) o el Patrón Santiago, quien estaba asociado al rayo o Illapa, que es el que protege a todo el ganado.
Curiosamente, aparecían representados en este nivel, toda clase de animales silvestres y destaca la figura del cóndor como mensajero del Wamani.
El nivel inferior corresponde al mundo donde vivimos o Kaypaccha. En él se hacía una escenificación festiva de la marcación del ganado y de los pastores, músicos y campesinos en diversas escenas relacionadas con dicha festividad.
Durante la década de 1940, cuando los imagineros (talladores o pintores de imágenes sagradas) huamanguinos tuvieron contacto con los intelectuales limeños como José Sabogal, la producción de los cajones cambia de rumbo y pierde su carácter religioso para dar lugar a representaciones de escenas cotidianas y su nombre cambia al de “retablos”.
Así, se representan en ellos escenas tradicionales como la recolección de tunas, el pastoreo, la elaboración de cerámicos, textiles o de guitarras, jaranas y algunas escenas religiosas como en los famosos “cajones de Navidad”. En estos últimos se representa el nacimiento del cristo serrano y escenas del pueblo y músicos rindiéndole adoración. Los retablos cuentan la historia de sus gentes y de su cultura y creencias, a través de las dimensiones de tiempo y espacio. Los altares se fabrican en diferentes tamaños, variados niveles y hasta en mates.
Los mas famosos retablistas contemporáneos son Joaquín López Antay (Huamanguino ya fallecido y que representa una vertiente mágico-religiosa), Jesús Urbano Rozas (Huantino, con altares de contenido histórico-realista), Maximiliano Palomino (Cuzqueña), Maximiano Ochante y el costumbrista Florentino Jiménez.
A pesar de haberse perdido el original sentido mágico-religioso por el cual se crearon los retablos peruanos, creo que esta expresión artesanal de arte popular irradia, a través de los personajes que representa, una perpetuación y difusión de nuestra cultura popular. En el Perú, no debía de permitirse que los artesanos, en aras de la comercialización, representen en sus producciones, imágenes que no pertenecen a nuestra cultura nacional.
Les presento una linda creación de arte popular hecho nada menos que en chocolate!

Lucia Newton de Valdivieso

Alicia Seade Delboy y los Cajones de San Marcos

De la revista Mexicana Milenio:

Alicia Delboy rescata el arte del Cajón de San Marcos

Cultura • 21 Julio 2012 - 2:14am — EFE

Pieza única de características mágico religiosas, conformada por dos divisiones que representan el mundo de arriba y el mundo de abajo.




Foto: Paolo Aguilar/EFE
En su interior se reúnen figuras de santos y animales.


Lima • Seducida por su calidad artística y su enigmática carga simbólica, la arquitecta y restauradora uruguaya Alicia Delboy ha emprendido el rescate del Cajón de San Marcos, una pieza única en el arte andino peruano por sus características mágico religiosas.

Además de restaurarlos con devoción en su casa de Lima, Delboy investiga desde hace seis años la historia de estos cajones, cuya elaboración aprendió con Jesús Urbano, discípulo de Joaquín López Antay, el más famoso fabricante de cajones de San Marcos.

Estas piezas, cuya origen se remonta a mediados del siglo XIX en la región sureña de Ayacucho, están conformadas por un cajón de madera con dos divisiones que representan “el mundo de arriba y el mundo de abajo”, en las que se reúnen figuras de santos y animales como el cóndor, que la preside desde el frontis triangular que corona el cajón. Delboy señaló que el cajón simboliza un “apu” o dios tutelar andino y que lleva en su interior “la representación del mundo campesino, cuya fiesta más importante es la marcación del ganado”.

En el cajón aparecen santos como San Marcos, el más importante porque era el protector del ganado más valioso; Santa Inés, que en ocasiones podía ser Santa Clara, encargada de proteger a las cabras; y San Juan, protector de las ovejas y el pastor. Además, “hay un santo muy especial, que es San Lucas”, que tenía la función particular de proteger a depredadores como el puma, el tigre, el cóndor y todos los animales carroñeros.

Aunque el cajón tiene “un origen absolutamente nebuloso que es anterior a la segunda mitad del siglo XIX”, es una pieza única en el Perú Republicano, ya que era empleado en un ritual de clara esencia mágico religiosa en las alturas de Ayacucho. Durante una primera etapa las figuras eran fabricadas en piedra de Huamanga (alabastro), tras lo cual se dio un proceso intermedio que llevó a la utilización final de una masa hecha de papa y yeso.

A lo largo de las décadas los cajones fueron llevados de pueblo en pueblo por los arrieros, pero su demanda comenzó a decaer con la construcción de carreteras en las primeras décadas del siglo XX. Además, la Iglesia católica mantuvo “una persecución indirecta” a este tipo de arte, porque vio que los santos eran invocados para otras tareas y la celebración “terminaba en una fiesta de fecundidad humana y todo giraba alrededor del cajón de San Marcos”.

A mediados del siglo XX, el taller de López Antay fue descubierto por las hermanas Alicia y Celia Bustamante, quienes difundieron su existencia en Lima. El asombro que causó entre los intelectuales limeños produjo su rápida difusión, aunque también generó un cambio que terminó por convertirlo en una pieza decorativa que ha llegado hasta nuestros días.

Aquí les presento un video que originalmente fue compartido por nuestra amiga Cecilia Roggero en su blog Abra el Azul del Cielo: