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viernes, 3 de abril de 2015

LAS INNUMERABLES CARAS DE CRISTO











Según la tradición cristiana, hoy, Viernes Santo, se celebra la muerte de Cristo.  Una muerte simbólica,    porque Cristo no está muerto…sigue vivo en las muchas caras de los seres que pueblan en este mundo…no sólo de los que creen en Él.  Se le adjetiva con mayúscula, porque fue un hombre, quien en sus 33 años de vida, tocó con sus acciones y doctrina de amor, a más vidas de lo que ha podido alguna vez tocar un político destacado. 
Cristo está presente en las caras y acciones de todos aquellos que alguna vez han realizado actos caritativos, de aquellos que han sentido compasión por las necesidades de su prójimo; de aquellos que han hecho de la honradez su estandarte; pero está también inerte en el alma de aquellos que no han puesto una meta espiritual en sus vidas.
No tenemos una fotografía o pintura de la época que nos pinte a Jesús como realmente era.  Lo único auténtico parece ser el famoso  sudario de Turín, la tela con la que se cubrió a Cristo después de bajarlo de la cruz, ya muerto, para enterrarlo.  Los pintores de diferentes épocas lo  representan en base a sus concepciones personales de lo que para ellos significa el rostro de Jesús.  Lo más probable es que fuese un hombre de complexión oscura, como los hombres de esa región del mundo, y que tuviese el pelo y la barba largos, como usaban los predicadores errantes de la época.  Pero eso no importa, porque las personas son recordadas y viven en el espíritu de aquellos que las internalizan. Viven a través del ejemplo que sentaron.  Viven a  través de las acciones de aquellos que siguen el camino o la obra  iniciados por  ellas.
La cara humana de Cristo se recrea cada día en todas las personas.  Es la cara de un ser que vino al mundo, que se declaró representante de Dios Padre, y  que hizo un esfuerzo por construir un mejor mundo,  luchando como un león por sus convicciones y creencias de lo que debería ser una sociedad comprometida.  Por eso fue respetado por sus seguidores y enemigos…porque no cejó en difundir su mensaje de paz y amor.  Pero es una cara terrenal, es una cara que pasaría desapercibida si no hubiese marcado una diferencia, es una cara de todos los días.  Y no importa que esas personas tengan más vicios que virtudes,  pero se parecen a Él, en su naturaleza humana , y  porque Cristo, en su intención, tomó en cuenta justo a ellos  y se arriesgó y se inmoló por ellos, para mostrarles que vale la pena luchar por la redención del mundo; por la lucha por la perfección y armonía.
Vale citar un extracto importante del libro de Frederick Buechner, La Caras de Cristo:
“Tómelo o déjelo, pero la cara de Cristo es una cara que reconoceríamos en cualquier lugar…es una cara que nos pertenece de alguna forma;  a nuestra edad,  en nuestra cultura; una cara a la que de alguna forma nosotros pertenecemos.  Como las caras de las personas que amamos, se ha vuelto tan familiar, que a no ser que nos esforcemos,  recién podremos verla toda.  Esfuércense.  Véanla por lo que es, y para verla por entero, véanla por la posibilidad de en lo que se pueda convertir: la cara de Cristo como la cara de nuestro más íntimo y secreto destino personal.”