GENEALOGIA DE LAS PRIMAS HERMANAS
Una Fantasía de la Autora
Picantería Arequipeña
La Ocopa es prima hermana de Mamá Huancaína. La Ocopa es mayor que su prima…ya tiene sus añitos…y su faz es de un color verde cenizo; herencia de su padre, el Ají Tostado, medio hermano del Rocoto, quien fue padre de Mama Huancaína…la original.
Huancayo es la madre de la Huancaína, y Arequipa, la de la Ocopa.
Cuando Mama Huancaína (la original) nació, tenía los cachetes rosados; herencia de su padre el rocoto, sujeto de mejillas rojas, teñidas por el frío, como las de los serranos de los valles andinos.
Desde niña la alimentaron con leche batida con el riquísimo queso regional que hacían sus tías, y por eso sus mejillas tomaron un color rosadito…diferentes a las de su padre. ¡¡¡ Era una preciosura de niña!!! Tenía un pelo brillantísimo, pues se lo acondicionaban con aceite de algodón; del más puro.
Cuando se estaba construyendo el ferrocarril, la vieron unos limeños malandrines, y en un descuido de su madre, la raptaron. Felizmente, su tío joven el Ají Amarillo, medio hermano de su papá, que no la conocía, se ofreció ir a buscarla, y al encontrarla ya grandecita, se enamoró perdidamente de ella. El matrimonio no hubiese sido aprobado, y por lo tanto, Mamá Huancaína, se quedó a vivir en Lima con su nuevo esposo, el Ají Amarillo. Allí tuvieron una hija, a la que le pusieron Papa a la Huancaína, en honor a su madre; y su faz salió amarilla, así como la de su padre.
La Ocopa, la más oscurita, se mantuvo siempre en contacto con su prima. Ella la convenció de que debía de tomar leche con queso fresco, hecho por su madre, Arequipa, para que su cutis se desarrugara un poco. A pesar de ser ya mayorcita (¡Imagínense que cuando era niña, era escoltada por los Chasquis, porque no existía ferrocarril en aquellos tiempos!), Ocopa se cuidaba mucho y conservó las tradiciones de sus antepasados de untarse en la cara una crema hecha con maní, galletas y camarones molidos ligada con aceite de algodón. Si vieran cómo se le mejoró el cutis y se le quitaron muchos de los granitos.
Y aunque viven separadas, las familias se visitan de vez en cuando y se reúnen en las picanterías. Allí recuerdan sus orígenes y se cuentan historias de familia.
Ahora que me acuerdo: allí fue donde se hicieron amigas de la Papa, de la Aceituna, del Huevo duro y de la Lechuga…y se hicieron tan patas, que siempre andan juntas.
Lucia Newton de Valdivieso 23 de Marzo de 2010
Una Fantasía de la Autora
Picantería Arequipeña
La Ocopa es prima hermana de Mamá Huancaína. La Ocopa es mayor que su prima…ya tiene sus añitos…y su faz es de un color verde cenizo; herencia de su padre, el Ají Tostado, medio hermano del Rocoto, quien fue padre de Mama Huancaína…la original.
Huancayo es la madre de la Huancaína, y Arequipa, la de la Ocopa.
Cuando Mama Huancaína (la original) nació, tenía los cachetes rosados; herencia de su padre el rocoto, sujeto de mejillas rojas, teñidas por el frío, como las de los serranos de los valles andinos.
Desde niña la alimentaron con leche batida con el riquísimo queso regional que hacían sus tías, y por eso sus mejillas tomaron un color rosadito…diferentes a las de su padre. ¡¡¡ Era una preciosura de niña!!! Tenía un pelo brillantísimo, pues se lo acondicionaban con aceite de algodón; del más puro.
Cuando se estaba construyendo el ferrocarril, la vieron unos limeños malandrines, y en un descuido de su madre, la raptaron. Felizmente, su tío joven el Ají Amarillo, medio hermano de su papá, que no la conocía, se ofreció ir a buscarla, y al encontrarla ya grandecita, se enamoró perdidamente de ella. El matrimonio no hubiese sido aprobado, y por lo tanto, Mamá Huancaína, se quedó a vivir en Lima con su nuevo esposo, el Ají Amarillo. Allí tuvieron una hija, a la que le pusieron Papa a la Huancaína, en honor a su madre; y su faz salió amarilla, así como la de su padre.
La Ocopa, la más oscurita, se mantuvo siempre en contacto con su prima. Ella la convenció de que debía de tomar leche con queso fresco, hecho por su madre, Arequipa, para que su cutis se desarrugara un poco. A pesar de ser ya mayorcita (¡Imagínense que cuando era niña, era escoltada por los Chasquis, porque no existía ferrocarril en aquellos tiempos!), Ocopa se cuidaba mucho y conservó las tradiciones de sus antepasados de untarse en la cara una crema hecha con maní, galletas y camarones molidos ligada con aceite de algodón. Si vieran cómo se le mejoró el cutis y se le quitaron muchos de los granitos.
Y aunque viven separadas, las familias se visitan de vez en cuando y se reúnen en las picanterías. Allí recuerdan sus orígenes y se cuentan historias de familia.
Ahora que me acuerdo: allí fue donde se hicieron amigas de la Papa, de la Aceituna, del Huevo duro y de la Lechuga…y se hicieron tan patas, que siempre andan juntas.
Lucia Newton de Valdivieso 23 de Marzo de 2010
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