Este es un evento que se realiza cada año entre los franciscanos del mundo. Es una fiesta en la que se comparten comida e indulgencias...es uno de las pocas instancias en las que la Iglesia Católica otorga Indulgencia Plenaria a sus fieles, sólo por asistir a la misa de ese día. La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos. (Código de Derecho Canónico de 1983, Libro I, Título IV, Capítulo IV, Canon 992).
Aquí va un pequeño reportaje hecho por el Noticiero 24 horas sobre el evento de este año. Seguidamente, les publico una copia del blog de la prensa franciscana en el cual se explica los orígenes de esta fiesta.
Quiero agradecer a mi cuñada, Laura Abregú, por siempre sugerirme el tipo de información nueva que se puede brindar a mis lectores.
miércoles 3 de agosto de 2011Fiesta de la Porciúncula congregó a cientos de personas en templos franciscanos del Perú
La tradicional Fiesta de Santa María Reina de los Ángeles, conocida como "fiesta de la Porciúncula", congregó ayer a cientos de personas en los templos, conventos y casas franciscanas en distintas ciudades del Perú y a nivel mundial.
El famoso "puchero franciscano" es una sopa o menestrón elaborado con productos obtenidos de donaciones caritativas (choclo, papa, diversas carnes, col, habas, etc.) y se comparte con todas las personas que asiste a la misa.
Esta festividad se vivió ayer con mucho fervor y alegría, reviviendo el mismo espíritu que la celebración tuvo en sus orígenes hace más de ochocientos años. En Perú se realiaz hace alrededor de trescientos sesenta años.
En el Convento San Francisco de Lima, en el Convento de los Descalzos del Rímac y en diferentes casas de las fraternidades de la Orden Franciscana Seglar, se compartíó la "Porciúncla" (porción).
En otras ciudades, como Trujillo y Arequipa también los franciscanos compartieron el puchero, luego de la celebración de la Santa Misa.
En la "Ciudad Blanca", el diario Correo de Arequipa informó que "más de mil personas desde las 12:00 horas de hoy (ayer) disfrutaron del "Puchero", que se preparo en la Tercera Orden Franciscana de Arequipa, al celebrarse la fiesta de Porciúncula que la organiza el Consejo Regional de la Orden Franciscana Seglar del Sur que tiene como Ministra a la hermana Blanca Pacheco de Álvarez, quien indicó que gracias al apoyo de muchas personas se pudo atender a personas de toda condición social y especialmente a las más pobres.
Agrega el periódico sureño que "la actividad se inició con la misa dedicada a la Virgen Santa maría de Los Ángeles de la Porciúncula, que fue celebrada por el padre Luis Avalos Navarro en la Iglesia de la Tercera Orden Franciscana".
Cabe señalar que en esta fiesta hay una indulgencia plenaria concedida por la Iglesia Católica, por lo cual también se le conoce como la "Fiesta del perdón".
ORÍGENES DE LA PORCIÚNCULA
Fr. Tomás Gálvez.
En la segunda mitad de julio de 1216, cuando faltaba poco para el 2 de agosto, primer aniversario de la consagración de Santa María de la Porciúncula, Francisco se presentó con fray Maseo ante el papa, y le pidió "una indulgencia para el aniversario de la consagración, sin necesidad de limosnas". El papa se sorprendió, pues la ayuda económica era imprescindible en estos casos. Con todo le ofreció un año, más de lo habitual, pero al Santo le pareció poco uno, dos, tres o siete años, y replicó: "Plazca a vuestra santidad concederme almas, no años". Y, ante la extrañeza del pontífice, le explicó: "Quiero, si place a vuestra santidad, por los beneficios que Dios ha hecho y aún hace en aquel lugar, que quien venga a dicha iglesia confesado y arrepentido quede absuelto de culpa y pena, en el cielo y en la tierra, desde el día de su bautismo hasta el día y hora de su entrada en ella ".
La perplejidad del papa estaba más que justificada: el Concilio Lateranense IV, pocos meses antes había limitado a un año la indulgencia para la dedicación de una iglesia, y a sólo cuarenta días para el aniversario, con el fin de favorecer la única indulgencia plenaria que existía entonces, la de Ultramar, establecida por el Concilio de Clermont (1095) con motivo de la Primera Cruzada. En un principio estaba reservada a los peregrinos de Tierra Santa y a los cruzados, pero el Concilio acababa de hacerla extensiva a quienes colaboraran materialmente con la Cruzada. Por tanto, una indulgencia plenaria sin riesgo físico ni coste económico, con la sola condición de acudir a la Porciúncula sinceramente arrepentidos, era algo inconcebible; de ahí que el papa respondiera: "Mucho pides, Francisco. La Iglesia no suele conceder tales indulgencias". A lo que él replicó: "Messer, lo que pido no viene de mí, es el Señor quien me envía". Entonces el pontífice exclamó, por tres veces: "¡Me agrada que la tengas!".
Pero los cardenales, temiendo el golpe que tal indulgencia podía suponer para la Quinta Cruzada que se estaba organizando, hicieron notar enseguida al pontífice que tal concesión echaba por tierra la de Ultramar, mas él argumentó: "Se la hemos concedido y no podemos echarnos atrás, pero la limitaremos a un solo día natural", y así se lo comunicó a Francisco, quien, por respuesta, hizo una reverencia y se dispuso a marcharse, pero el Papa lo detuvo, diciéndole: "¡Simple! ¿A dónde vas sin documento alguno?" "Me basta vuestra palabra -replicó él, alérgico como era a los privilegios-. Si es de Dios, ya se encargará de manifestarla. No quiero documentos. Que la Virgen sea el papel, Cristo el notario y los ángeles, testigos".
Logrado su objetivo, Francisco regresó, contento, a Asís. Al llegar a Collestrada se detuvo a descansar y a orar junto al leprosería. Poco después llamó a Maseo y le dijo: "De parte de Dios te digo que la indulgencia concedida por el papa ha sido confirmada en el cielo".
Los biógrafos más antiguos no mencionan expresamente esta importante concesión pontificia, pero cuentan que un hermano muy espiritual, a quien Francisco quería mucho (probablemente fray Silvestre), antes de su conversión soñó que en torno a la iglesita de la Porciúncula había una multitud de personas ciegas, de rodillas, con el rostro y las manos levantadas al cielo y pidiendo a Dios, con lágrimas, luz y misericordia. Y, de repente, un gran resplandor del cielo los envolvió y les devolvió la vista.
La referencia explícita más antigua y autorizada sería una carta de San Buenaventura, ministro general entre 1257 y 1273, hoy desaparecida, inventariada en 1375 en la biblioteca papal de Aviñón bajo el título: "De indulgentia Beate Marie Portuensi (léase Portiunculae) Assisii". Pero los testimonios más importantes fueron los recogidos por fray Ángel de Perusa, ministro de la provincia umbra de San Francisco (1276-7), que sirvieron de base para el Diploma del obispo Teobaldo de Asís (1310), que es el relato más completo y autorizado.
Entre los testigos estaba Pedro de Zalfano, presente el 2 de agosto de 1216 en la Porciúncula, donde "oyó predicar a San Francisco en presencia de siete obispos, y llevaba un papel en la mano, y dijo: Os quiero llevar a todos al paraíso, y os anuncio una indulgencia que tengo de boca del sumo pontífice. Y todos los que vengan hoy, y los que vendrán cada año, este mismo día, con corazón bueno y contrito, tendrán la indulgencia de todos sus pecados. Yo la quería para ocho días, pero sólo pude conseguir uno". Aunque Pedro de Zalfano hace coincidir la proclamación con "la consagración", según una nota del Sacro Convento de Asís, de la primera mitad del siglo XIII, y el testimonio de Giacomo Coppoli, que se lo oyó decir a fray León, lo que se celebraba ese día era el primer aniversario de la consagración.
La concesión, por voluntad de Francisco, nunca estuvo avalada por ninguna bula, de ahí que, años más tarde, algunos dudaran de la misma, y fue por ese motivo por el que frailes y asisanos se vieron obligados a recoger testimonios jurados de los pocos testigos directos y indirectos que aún vivían. Sin embargo, ningún papa se manifestó nunca contrario, más bien la confirmaron y, poco a poco, la fueron haciendo extensiva a otras muchas iglesias. Además, la ignorancia sobre el tema unos siglos después llevó a creer que la Indulgencia se podía obtener en la Porciúncula todos los días del año, y también esto fue aceptado por diversos pontífices, no sólo para Santa María, sino también para la Basílica de San Francisco. En cierto modo se han cumplido las palabras del Santo, cuando dijo: "Si es obra de Dios, ya se encargará él de manifestarla".
Publicado por Prensa Franciscana del Perú en 11:39 Enviar por correo electrónico
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