LA ESTRELLA DE LOS REYES
"Ustedes son luz para el mundo. No
se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro. No se enciende una
lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin
de que alumbre a todos los de la casa Así pues, debe brillar su luz ante los
hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que
está en los cielos". (Mat. 5, 14-16)
El 6 de Enero, 13 días después de la supuesta fecha de nacimiento de Jesús, la Iglesia Católica celebra la Epifanía del Señor, que significa aquella fecha en la que Jesús fue dado a conocer a los pastores, a la gente de su pueblo, y a los hombres de ciencia, que simbolizan las poblaciones y razas de todo el mundo.
Después del solsticio de invierno, los paganos celebraban el 6 de enero el aumento de la luz y la posibilidad del retorno de las cosechas. La celebración de la Epifanía del Señor por el mundo se equipara a la presentación de Jesús al mundo, como una luz más radiante que la del sol. Es así que la Iglesia del siglo IV aprovecha esta celebración pagana para hacer entender a sus seguidores la importancia del nuevo profeta como símbolo de paz y de renovación.
La búsqueda de una estrella guía de parte de los sabios astrólogos es una manifestación de la búsqueda de una verdad, de la revelación de un suceso importante en los designios de este mundo. La adoración de los reyes magos del oriente revela la importancia de Jesús como regidor de sus destinos.
Una estrella en el firmamento, que recibe la iluminación de la luz solar, una más grande que las demás, se ha utilizado desde tiempos antiguos como una guía en la iluminación de los senderos de las almas en sus momentos más oscuros. Y he allí, en todos los confines del mundo, esa estrella la ven pobres y ricos, sabios y poderosos y humildes. Y al verla, esos hombres de ciencia, llevados por la curiosidad de un evento grandioso, acuden a buscar su ubicación...una ubicación que los llevará a encontrar al rey de los tiempos.
«Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. [...] Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén [...] Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; [...] Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.» (Mateo 2, 1-12).
Las estrellas me causan una especial fascinación. No hay como un cielo tachonado de aquellas...brillando suave y plácidamente sobre la oscuridad de la noche. Son como lamparitas externas que iluminan el universo. La estrella de Belén, la estrella guía, la estrella anunciadora...más grande que todas esas chispitas del firmamento, debió tener un resplandor sin igual.
Fuera de las pocas evidencias que nos ofrece la biblia, no se conoce mucho sobre la existencia de la famosa estrella de Belén a la que siguieron los reyes magos (denominaba a la casta de sacerdotes persas y babilonios que se dedicaban al estudio de la astronomía y de la astrología) y que les llevó a afrontar un viaje de más de mil kilómetros con el objetivo de rendir homenaje a un recién nacido. Existen varias teorías al respecto; algunas bastante improbables:
Algunos dicen que la estrella era el planeta Venus que brilla fuertemente al amanecer; otros dicen que este resplandor venía de la aproximación de dos planetas en el cielo, una estrella nueva y otra moribunda; o que fue un asteroide que pasó cerca de la tierra: o que la luna cubrió el planeta Júpiter en abril del siglo VI A.C. Esta última teoría se baso en averiguaciones hechas por el astrónomo de la Universidad de Rutgers, Molnar quien encontró evidencias en unas monedas de Antioquía, capital de Siria, provenientes del año I AD. que tenían impresa la imagen de Aries, el carnero del zodiaco, mirando a la luna creciente y a una estrella. Aries era el símbolo de Judea en esos tiempos, y los astrólogos antiguos pensaban que un nuevo rey nacería cuando la luna pasase sobre Júpiter. El fenómeno astrológico ocurrió dos veces: el 20 de Marzo al mediodía del año VI A.C. y el 17 de abril del mismo año.
Según algunos estudiosos, entre los que se encuentra Andrés Eloy Martínez Rojas, se puede afirmar con toda confianza que Jesús nació entre los años VII y V A.C., pues las crónicas dicen que Herodes murió después de un eclipse de luna observado antes de la Pascua Judía. Los Evangelios enmarcan el nacimiento de Jesús en tiempos del censo ordenado por César Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria, y en los últimos años del rey Herodes, quien falleció en el mes de marzo del año 4 a.C. Para los historiadores, Jesús nació unos siete años antes del año «0» del calendario actual.
En el año IV A.C. se observó un eclipse en las noches del 13 y 14 de marzo...y la Pascua Judía cayó en abril. Así, Jesús habría nacido anteriormente a esto; entre marzo y abril del año V. Sin embargo, por conveniencia de la iglesia para hacer coincidir el nacimiento de Jesús durante el solsticio de invierno, se le atribuye la fecha de su nacimiento en diciembre.
Los chinos que observaban las estrellas, tienen la teoría de que a fines de febrero del año VI, se observó una estrella en la constelación del Águila, que apareció durante 70 días, y que se perdió al ser tapado el cielo con las nubes productoras de las lluvias de monzón. Creen que fue una Nova-dos estrellas viejas: una grande y otra chica. El material de la estrella grande va cayendo sobre la pequeña hasta que se acumula tal cantidad, que explota dando un estallido de luz que podría durar varias semanas o meses, antes de volver a su estado original. La fecha coincide con la fecha estimada del nacimiento de Jesús. Los magos la vieron baja en el Este, al amanecer y la siguieron hasta Belén. Tras dos meses ya estaba al sur al amanecer.
El descubrimiento arqueológico por el arqueólogo Schnabel de una tablilla con caracteres cuneiformes, y que ahora se encuentra en el Museo Estatal de Berlín nos revela la existencia real de una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis en el año 7 AC. Y existen grandes coincidencias entre los datos de la conjunción astral sumamente inusual que contiene la tablilla, y el relato bíblico sobre la estrella de Oriente. Esta complementa la teoría del astrónomo Kepler del 1603 sobre el acercamiento de Júpiter y Saturno en dicha constelación, en el año 7 A.C.
Además, se produjo una circunstancia excepcional para un hecho ya de por sí nada frecuente: la conjunción se repitió en tres ocasiones durante un periodo de tiempo de unos pocos meses: del 29 de mayo al 8 de junio; del 26 de septiembre al 6 de octubre; del 5 al 15 de diciembre. Además, según los cálculos matemáticos, esta triple conjunción se vio con gran claridad en la región de la cuenca del Mediterráneo.
Las órbitas se alinean de tal modo con la tierra que los dos planetas parecen acercarse y separarse en el cielo tres veces en unos 7 meses.
La constelación Piscis, donde toma lugar el alineamiento, está asociada con los judíos y también se le podría atribuir el nacimiento de un rey de los judíos. En la antigua astrología Júpiter era considerado como la estrella del príncipe del mundo y la constelación de Piscis, como el signo del final de los tiempos. Saturno era considerado como la estrella de Palestina. Cuando Júpiter se encuentra con Saturno en la constelación de Piscis, significa que el Señor del final de los tiempos aparecerá ese año en Palestina. Y es así que hacia allí se dirigieron los sabios astrólogos.
La triple conjunción de los dos planetas en la constelación de Piscis explica también la aparición y la desaparición de la estrella a los ojos de los observadores, un dato claramente confirmado por el relato del Evangelio.
La tercera conjunción de Júpiter y Saturno, unidos como si se tratara de un gran astro, tuvo lugar del 5 al 15 de diciembre. En el crepúsculo, la intensa luz podía verse al mirar hacia el Sur, de modo que los Magos de Oriente, al caminar de Jerusalén a Belén, la tenían en frente. La estrella parecía moverse, como explica el Evangelio, “delante de ellos” Mt 2:9.
Hoy en día, los árboles de Navidad y los techos de los nacimientos, siempre se adornan con una estrella conmemorativa de aquella noche donde en el silencio de la noche, seguían los reyes y pastores la señal del nacimiento del rey de reyes.
Vale
mencionar que en New York desde 1984, en la esquina de la
Quinta Avenida con la calle 57, cuelga una monumental estrella
a la que le llaman El Copo de Nieve de la Navidad de UNICEF. Cuando se
inauguró, tenía 6000 bombillas que producían 60,000 watts. Con dos y medio
pisos de alto tenía 3000 luces internas y 3000 colgantes. Está anclada a
los cuatro edificios que la rodean. En ese entonces, la estrella costó
$60,000 y fue financiada mayormente por Tiffany and Co. y el Crown
Building. Fue creada por el diseñador de luminarias Douglas Lengh y
estaba prendida día y noche, desde diciembre hasta fines de enero.
En el 2002, la fundación de la Familia Stonbely la dedicó a UNICEF. La estrella cuelga como un recordatorio del compromiso de UNICEF de cumplir con la meta de lograr una niñez segura y saludable; y que ningún niño del mundo muera de enfermedades que son preventivas. Forma parte de una ambiciosa campaña para recabar millones de dólares que sirvan para incrementar la salud de los niños de los países en desarrollo, a través de programas de inmunización, nutrición, educación, protección, agua potable y ayuda sanitaria.
En el 2004, UNICEF, con la ayuda del famoso diseñador de luminarias, Ingo Maurer y su equipo en Alemania, diseñó una nueva estrella. Baccarat, la empresa líder de cristal del mundo, colaboró en armar la lámpara exterior más grande del mundo.
En el año 2005 se creó una estrella mucho más grande, y la original fue trasladada a Rodeo Drive en Beverly Hills, California.
Los adornos de cristal están distribuidos en 12 ramas dobles. La de Nueva York tiene 16,000 prismas, mide 23 pies de ancho y 28 pies de alto y pesa más de 3,300 libras. La de Beverly Hills tiene 12,000 cristales, 17 pies de ancho y 14 pies de alto. Pesa 1,600 libras.
Todos los años UNICEF organiza un baile de gala para celebrar la iluminación de la estrella y para honrar a aquellos benefactores que los apoyan en su misión de salvar las vidas de los niños del mundo.
Que la estrella de Belén se convierta en nuestra guía constante para encontrar nuestra riqueza y plenitud espiritual.
La costumbre de comer la rosca de reyes en el día de la Epifanía simboliza la eternidad; el eterno retorno; la noción de que Dios es eterno y no tiene ni principio ni final. El muñequito dentro de la rosca simboliza el encuentro con Dios.
En el 2002, la fundación de la Familia Stonbely la dedicó a UNICEF. La estrella cuelga como un recordatorio del compromiso de UNICEF de cumplir con la meta de lograr una niñez segura y saludable; y que ningún niño del mundo muera de enfermedades que son preventivas. Forma parte de una ambiciosa campaña para recabar millones de dólares que sirvan para incrementar la salud de los niños de los países en desarrollo, a través de programas de inmunización, nutrición, educación, protección, agua potable y ayuda sanitaria.
En el 2004, UNICEF, con la ayuda del famoso diseñador de luminarias, Ingo Maurer y su equipo en Alemania, diseñó una nueva estrella. Baccarat, la empresa líder de cristal del mundo, colaboró en armar la lámpara exterior más grande del mundo.
En el año 2005 se creó una estrella mucho más grande, y la original fue trasladada a Rodeo Drive en Beverly Hills, California.
Los adornos de cristal están distribuidos en 12 ramas dobles. La de Nueva York tiene 16,000 prismas, mide 23 pies de ancho y 28 pies de alto y pesa más de 3,300 libras. La de Beverly Hills tiene 12,000 cristales, 17 pies de ancho y 14 pies de alto. Pesa 1,600 libras.
Todos los años UNICEF organiza un baile de gala para celebrar la iluminación de la estrella y para honrar a aquellos benefactores que los apoyan en su misión de salvar las vidas de los niños del mundo.
Que la estrella de Belén se convierta en nuestra guía constante para encontrar nuestra riqueza y plenitud espiritual.
La costumbre de comer la rosca de reyes en el día de la Epifanía simboliza la eternidad; el eterno retorno; la noción de que Dios es eterno y no tiene ni principio ni final. El muñequito dentro de la rosca simboliza el encuentro con Dios.
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