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sábado, 9 de agosto de 2014
Documental Interactivo: Cromosoma 5
http://video.lab.rtve.es/resources/TE_NGVA/mp4/2013/cromosomacinco/principal_grande.webm
UN ENANO SONRIENTE
En las ferias artesanales peruanas y bolivianas están siempre presentes
aquellos seres regordetes de facciones occidentales, con chullo, sombrero yponcho. Ellos están cargados de montones
de utensilios domésticos, casitas en miniatura, billetitos (algunos andan tan
modernizados que en vez de soles y pesos, llevan dólares y euros) y bolsitas de
comidas secas. Parece que está mudándose;
“a lomo” nomás. Y ni le molesta su
enorme carga. Sonríe nomás; y parece que
nos quiere abrazar, pues mantiene sus brazos extendidos y las palmas hacia
arriba, como diciéndonos: “que gusto de verte!”. Todos sabemos que le dicen el Ekeko y que
tenerlo trae suerte a su dueño; más, si éste ha sido un regalo de alguien que
nos quiere bien. Pero muy pocos están
enterados de su origen “sagrado”.
Las primeras evidencias de este enigmático ser se remontan al
descubrimiento a orillas del Lago Titicaca, en 1942, de unas figurillas de
piedra, y otras de plata, que representaban a un hombre jorobado y con el
miembro viril en estado erecto. La
antigüedad de aquellas imágenes se situó entre los anos 200 AC y 700 DC, época
del Periodo Formativo Tardío de la cultura Tiahuanaco.
Los estudiosos de la historia pre-colombina utilizaron información
proveniente de la tradición oral indígena, recogida por los cronistas de la
conquista, en la que se identificaba a este ser como el dios de la alegría,
abundancia y unión sexual. También se
encontraron posteriormente, estas figuritas confeccionadas con arcilla, madera,
yute, yeso y hojalata.
En el diccionario de Vocabulario Aymara de Ludovico Bertonio de 1616, se
describe al “Ecaco o Thunupa: nombre de
quien los indios antiguos cuentan muchas fábulas; y muchos en estos tiempos las
tienen por verdaderas; y así sería bien procurar deshacer esta persuasión que
tienen por embuste del demonio”.
Antes de la llegada de los españoles, la fiesta del Ekeko se celebraba
durante el solsticio del verano (21 de Diciembre en el hemisferio sur) y estaba
profundamente vinculada a las fiestas de celebración de la Pachamama; de
fertilidad de la tierra. Todas las
actividades de la vida diaria del hombre andino y su ocupación central, que era
la agrícola, se basaban en el movimiento
de los astros y en la sucesión de las estaciones. Hombre y religión estaban profundamente
integrados y buscaban establecer una relación armónica con las fuerzas de la
naturaleza; a las que creían animadas, y que determinaban el curso de su
existencia y la continuidad del cosmos.
Sus ceremonias se centraban en la adoración de ellas, con el fin de
garantizar el éxito en sus cosechas y en su vida familiar y comunitaria.
En la cosmovisión del Tiahuanaco existían tres mundos: El Hananpacha o
mundo superior, donde moraba Wiracocha o ser supremo. Según Carlos Ponce, arqueólogo boliviano y
estudioso de la cultura Tiahuanaco, los
modelos de todo lo existente en el mundo, como la llama, el maíz y el rayo, que
estaba divinizado, existían allí. En el
segundo plano o Kaypacha o tierra, vivía el hombre. El tercer plano era el mundo subterráneo o
Ukupacha, lugar de origen de las aguas y de las fuerzas que permiten la
reproducción de las plantas y de los animales.
Estos tres planos fueron, luego, utilizados por los españoles para enseñarles
a los indígenas los conceptos de cielo, tierra e infierno.
Al rayo, existente en el plano celestial, se le representaba como una
estatua con joroba. El rayo estaba
asociado con la lluvia, que era el elemento sagrado indispensable para la
producción de los alimentos. Según
Ponce, las estatuas con joroba, de unos 60 centímetros de alto, encontradas en
la Isla del Sol, en el Lago Titicaca, y que fueron sacadas del agua por unos
campesinos, en 1942, corresponden a la última época de la cultura Tiahuanaco,
que se extiende entre el año 347 y el 1187.
Según dice Ponce, en la Isla del Sol probablemente existía un templo
dedicado precisamente al jorobado, ya que es demasiado coincidente que se
encuentren cinco o seis estatuas juntas.
Dice que las primeras estatuillas encontradas llevaban un pututu o
caracola marina en las manos; dice que la caracola es la representación del
trueno. Al destruirse el Tiahuanaco,
muchas de las imágenes de la cosmovisión de aquella cultura, son adaptadas por
el Imperio Incaico; que le sucede. Según
Ponce, procedentes de aquella época, se encuentran unas figuritas de plata que
representan a un ser jorobado, desnudo, y con un gran pene: la herencia
Tiahuanacoide del concepto de fertilidad que emana del dios rayo.
Según Jorge Mansilla Torres, poeta y periodista boliviano, en una crónica
recogida en Puno por Fernando Montes Ruiz, e incluida en el libro de este
ultimo, “La Mascara de Piedra”, el Ekeko o Iqiqu era un hombre bondadoso y
sonriente que fue premiado por el Apu Qollana Auki (dios todopoderoso), y lo dotó
de poderes sobrenaturales como los de mover piedras gigantes, secar ríos
enteros o abrir y mover montanas. Tenía
poder para dar todo lo que le pidiesen, y al que lloraba, lo hacía reír. Pero como en la cosmovisión aymara, existe el
concepto de dualidad en la existencia (bueno-malo, claro-oscuro, etc.), se dio
que el anchanchu o diablo, medio hermano del Ekeko, creó el caos y mató a este
ultimo. Sus miembros los enterró en
diferentes lugares, para impedir una reunión futura de su cuerpo. Algunos creen que cuando se emancipe el pueblo
aymara, se reunirán las partes del cuerpo mutilado del Ekeko.
Entre las culturas andinas existía la creencia de que en las celebraciones
de sus divinidades debían presentarse miniaturas de todo cuanto anhelaban
poseer o alcanzar. Así, durante las celebraciones
del solsticio de verano se exponían a los primeros rayos del sol estos amuletos
o illas, básicamente relacionados con la agricultura y crianza de animales, y pedían
por el éxito de sus actividades. También
llevaban figuras representando a parejas en pleno acto sexual, con el fin de
pedir por la fecundidad en el hogar. Acompañaban
a estos objetos, unos envoltorios o chuspas (bolsitas) con raíces que se creía servían
para atraer a las parejas, diminutas hojitas de coca, piedritas, conchas y huayruros
(semillas que se reproducen solas), con el fin de propiciar la fertilidad. Al ser bendecidos por el sol, estos objetos,
mezclados con las pequeñas esculturas, tendrían un efecto multiplicador. Era en esa fecha que los antiguos aymaras
intercambiaban las illas a través del trueque.
La fiesta se llamaba “Chalasita”( “cámbiame”) Con la Colonia, esta practica cambio al
sistema de compra y venta, y se le llamó Alasita; voz aymara para decir “Cómprame”. El ekeko, hombre pequeño, al tocar las illas,
les permitía multiplicarse. Y así, se le
considera a este hombrecito de baja estatura, como Dios de la Fecundidad;
reproductor del dinero y de los frutos agrícolas.
Cuando vinieron los españoles, las divinidades indígenas fueron declaradas
como herejía prohibiéndose su culto; aunque el culto a ellas siguió en la
clandestinidad.
Cuenta la tradición, que durante el cerco a la ciudad de La Paz en 1781,
realizado por las fuerzas rebeldes indígenas de Túpac Amaru y Túpac Katari, la
población española casi muere de hambre.
Se dice que el encomendero Francisco Rojas había destinado a su
sirvienta Paula Tintaya para que sirviese a su hija Josefa, esposa del
Intendente de La Paz, don Sebastián de Segurola. El desesperado enamorado de Paulita, modeló
con barro un ekeko protector que se parecía mucho al encomendero, y lo cargó de
toda clase de diminutos sacos de comida.
También se las ingenió para hacerle llegar a su amada granos secos y charqui
para que ésta pudiese comer. La
sirvienta se compadeció del hambre de su patrona y la fue alimentando, atribuyéndole
al ekeko que tenía en su cuarto, el milagro de las provisiones. Al vencer los colonizadores a los invasores
indígenas, el Intendente Segurola, en agradecimiento por la generosidad de la
sirvienta, dictó una ordenanza en 1783, mediante la cual se cambió la fiesta
tradicional indígena del Ekeko de diciembre, al 24 de enero, fiesta de Nuestra Señora
de la Paz, bajo cuya protección y misericordia la ciudad había sobrevivido al
tremendo desastre causado por la ocupación indígena.
Y así, todos los años, en la Feria de las Miniaturas o de las Alasitas en
Bolivia, el ekeko se mantiene como rey de las festividades. En la mayor parte de los hogares bolivianos, no
falta esta figurilla, como símbolo de suerte y abundancia. La vestimenta del
ekeko ha variado con los años, desde que los españoles prohibieron el uso de
ropas precolombinas hasta su “indianización”, como producto de la reivindicación
de los valores nativos. Tiene la boca
abierta, con una gran sonrisa, y la tradición dice que si se le pone un
cigarrillo en la boca, y éste se consume hasta el final, será un buen augurio
para su dueño. En la feria se venden
toda clase de miniaturas: billetes, maletas con un millón de dólares, boletos
de viaje, pasaportes, casas, computadoras y otros bienes materiales; reflejos
de los sueños y esperanzas de los pobladores.
Como anécdota, les quiero contar que en el periódico boliviano Los Tiempos,
se lee una noticia de que en la inauguración de la Feria Artesanal de Alasitas
2007, el presidente Evo Morales pidió al
ekeko una esposa para el vicepresidente Alvaro García Linera. También rogó por la concretización de los
cambios estructurales a través de la Asamblea Constituyente. Agradeció al ekeko por el superávit fiscal
boliviano de ese año pasado y atribuyó el haber ganado las elecciones, a que compró
en la feria anterior a los comicios electorales, una sillita: símbolo del sillón
presidencial.
Lucia Newton de Valdivieso
Nueva York