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lunes, 28 de septiembre de 2020

Los Cien Años de mi Mamá


 

Lunes, 28 de septiembre de 2020

Los Cien Años de mi Mamá

 Creo que uno tiene la edad que uno quiere tener...no la que se tiene archivada en un documento oficial, y a esto me puedo referir cuando hable de mi mamá. Ella nació un 28 de Septiembre de 1919; sin embargo, siempre nos hizo creer que nació un año después, para que no pensáramos que tenía un año y pico más que mi papá. Pero como ella lo quiso así, hoy celebramos 100 años de su nacimiento...más su año escondido...un siglo repartido en dos siglos llenos de sucesos contundentes y determinantes.

Sus abuelos fueron españoles-cubanos de parte de su padre y franceses de parte de su madre. Mi abuela Sara quedó viuda muy temprano, a los 44 años y con 8 hijos en su haber. A poco de morir su esposo en 1925, el mundo sufrió, entre 1929 y 1940, una de las peores recesiones económicas...la Gran Depresión, período muy difícil para las poblaciones del mundo. Y el Perú, por supuesto, fue grandemente afectado. A pesar de que la hermana mayor, María, tomo riendas en la educación de sus hermanas menores, ya que su mamá era una mujer débil y enferma, el peso de la economía familiar se vio seriamente comprometido. Mamá nos contaba cómo convertía a pomos diversos en muñecos y los vestía con cuanto retazo se encontraba. Quizás de allí le vino su creatividad en el diseño posterior de nuestros vestidos. Hacía muebles recortados en cartulina y casitas dentro de cajas de cartón. Ya más jovencita, tuvo que acompañar a su hermana a un internado para niñas, en el cual hicieron muchas malacrianzas y hasta se escaparon varias veces por los muros. Eran el terror de las monjas.

Su juventud la pasó acompañada de sus sobrinas de su edad e hizo muchísimas amistades. Era la reina de las fiestas; bailarina y alegre y muy querida por sus cientosde amigas..razgo que heredó Lissie mi hermana.

Le gustaba cantar y participar en las diversas actividades de las chicas de su tiempo. Era amante de las películas románticas y las vivía en toda su extensión. Este rasgo lo conservó toda su vida.Me acuerdo que una vez mi suegra y ella estaban de visita en mi casa de Nueva Jersey y quisieron ver "Lo que el Viento se Llevó".  Ella se creía Scarlet O’Hara, y como mi suegra y ella no entendían bien el inglés, y no estaba traducida, no tuvo ninguna dificultad en recitarle todos los coloquios de la película en español... creo que la había visto y vivido más de 30 veces

Mi papá y mi mamá de casaron en 1948 y mamá tuvo que irse a vivir a la casa de su suegra porque mi papá así lo dispuso. Para ella, que era un alma libre, le costó mucho trabajo adaptarse a una vida supeditada al uso muy limitado de una casa llena de empleados, dos abuelas y montones de visitantes. Y así vivimos 12 años, hasta que nos mudamos a la Avenida Arequipa, una casa con una vecindad familiar superentretenida. Cuando fuimos creciendo, la casa siempre estuvo llena de música, trompeaderas de nosotros cuando niños,idas semanales a la peluquería, pruebas donde la costurera que interpretaba sus caprichosos diseños, comidas, visitas miles, entrada y cambio de montones de muebles con los que a mi mama le gustaba decorar la casa. Le encantaban las antiguedades, gusto que muchas de nosotras hemos heredado, y hasta el día de hoy guardamos muchas de sus adquisiciones de las casas de anticuarios en Miraflores.

Como era su fantasía, siguió viviendo su vida de juventud con nosotros, y si podía acompañarnos a restaurantes a escuchar al enamorado de una tocar el piano, o llevarnos al cine a ver a Sarita Montiel con tacos porque era para "mayores de 15", ella siempre estuvo alrededor de nosotros con sus consejos de buen vivir y sus deseos de "lo mejor para nosotros". Me acuerdo cuando sus amigas queridas venían a visitarnos, todas nos echábamos en la cama de mi mamá y conversábamos como grandes amigas de todo lo que se nos ocurriera. Más adelante cada uno de nosotros estudio su profesión y fuimos saliendo al casarnos, de la casa familiar. Vinieron los nietos y fue ampliándose la familia. Papá y mamá gozaron mucho del tiempo que pasaron con ellos. Yo me vine a los Estados Unidos y los visitaba de vez en cuando. A los pocos años se vino Lissie. Los otros se quedaron, pero las cartas iban y venían. Primero las escribía en borrador y despues hacía el escrito definitivo. Todavía guardo muchas de ellas.

Pudimos celebrar sus 50 años de casados en la casa de Las Moreras, adonde se fueron a vivir después de 20 años en la Avenida Arequipa. Les hicimos buffet, sorpresitas y torta, y vinieron todos los parientes sobrevivientes. Fue una celebración muy bonita. Me alegro que se lo hicimos, porque a los dos años mamá enfermó. Paso 10 años deteriorándose poco a poco, pero nunca se le escuchó una queja por su desgracia. Su caráter y su actitud hacia la vida fueron mejorando y reconoció mucho, y con mucho agradecimiento, el valor de las personas que le ayudaban. Mientras pudo, cantó con Moni, coloreó sus libros de dibujos, comió rico y disfrutó las visitas. Luego, mi papá se enfermó y vino la repartición de tareas entre los hermanos, para que la casa marchara lo mejor que se podía. Fueron años difíciles, pero lo logramos. Creo que la satisfacción más grande es haber cumplido con ellos, y que nunca tuvieran que salir de su casa, de sus cuatro paredes conocidas para irse, como muchos otros viejitos, a un espacio impersonal y con gente desconocida.

Mamá murió un 27 de mayo del año 2012. Yo no estuve, porque su muerte y entierro fueron demasiado repentinos. Mejor, porque no quisiera recordarla con su cuerpo inerte y maltratado. Mis hermanos la vistieron y todos la acompañaron a su última morada. Dejó un tremendo vacío en la casa.

Mi papá se fue un año después, en forma imprevista y murió mientras dormía. Tampoco pude acompañarlo porque estaba en California y no me dio tiempo para regresar.

Nunca he querido ir al cementerio a visitar sus tumbas, cosa que mis hermanos no entienden, pero prefiero no pensar que están bajo una lápida fría, sino que están en todas partes; están conmigo cuidándome para que mi vida y la de todos nosotros sea lo más tranquila que se pueda.

Cuando vendimos la casa de Las Moreras, un día vi la puerta abierta en uno de mis paseos para verla una vez más, y me metí y fui al cuarto donde dormían y allí me despedí de ellos, y les dije que los extrañaba.

Hoy celebramos la vida de Estelita, que se despidió de la vida con un gran resplandor.

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