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lunes, 15 de marzo de 2010

El viaje del Nino Goyito (fragmento publicado en la web)

FELIPE PARDO Y ALIAGA:
Nació en Lima en 1806, en el seno de una familia aristócrata. Su padre fue un distinguido oidor español, siempre estuvo identificado con las costumbres tradicionales. Viajó a España donde cursó sus primeros estudios, que formaron su perfil ético. Al retornar a Lima, fue un activo y asiduo representante político, bajo la bandera de los conservadores. Participó, también, en las diversas manifestaciones culturales: el arte, la literatura, el periodismo. En el periodismo fue donde colaboró más asiduamente llegando a fundar incluso el periódico “ El Espejo de mi Tierra”, siempre en oposición a las ideas de su compañero Ascencio Segura. En 1850 amenazado por sus males: parálisis y ceguera, se retira a la vida privada hasta su deceso en 1868.
OBRAS:
Líricas:
- Corrida de toros
- Qué guapo chico
- El ministro y el aspirante
- La nariz
- La constitución de Lima
- El carnaval de Lima
Comedias:
- Frutos de la educación
- Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho
- Una huérfana en Chorrillos.
Artículos Costumbristas
- Un viaje
- El paseo de Amancaes
UN VIAJE (ARGUMENTO)
El niño Goyito ha estado recibiendo cartas de Chile durante tres años sobre ciertos negocios interesantes. Aunque tiene 52 años, lo llaman niño Goyito, y así lo llamarán hasta su muerte.
Después de muchos titubeos, el asunto se decide: viajará. La noticia corre por toda la parentela y se convierte en motivo de conversación y quehaceres. El preparativo dura seis meses. Todos se dividen el trabajo: Los sastres hacen ropas diferentes por cada cambio estacional; un hacendado de Cañete teje cigarreras; los dulces a cargo de las madres; las pastillas, la madre Salomé. Todos ellos realizan los preparativos. Sin embargo, surge la disyuntiva: de si el buque es seguro o no. Para estar seguro se vale de un extranjero (Catalán) con el cual se tranquiliza.
El niño Goyito emprende por fin el viaje tan comentado. En la despedida lloran las hermanas y También el viajero. Hay, además de llantos, encargos de la gente. Este viaje marcó un hito para el habla limeña, pues ya no se dice antes y después de Cristo, sino todo se convierte en antes y después del viaje de Goyito.

“ UN VIAJE ” ( FRAGMENTO)

El niño Goyito está de viaje. El niño Goyito va a cumplir cincuenta y dos años; pero cuando salió del vientre de su madre le llamaron niño Goyito; y niño le llaman hoy; y niño Goyito le llamarán treinta años más; porque hay muchas gentes que van al Panteón como salieron del vientre de su madre.
Este niño Goyito, que en cualquiera otra parte sería un Don Gregorión de buen tamaño, ha estado recibiendo por tres años enteros cartas de Chile, en que le avisan que es forzoso que se transporte a aquel país a arreglar ciertos nego­cios interesantísimos de familia, que han quedado embrollados con la muerte súbita de un deudo.
Los tres años los consumió la discreción gregoriana en considerar cómo se contestarían estas cartas, y cómo se efectuaría este viaje. El buen hombre no podía decidirse ni a uno, ni a otro. Pero el corresponsal menudeaba sus ins­tancias: y ya fue preciso consultarse con el confesor, y con el médico, y con los amigos. Pues señor: asunto concluido: el niño Goyito se va a Chile.
La noticia corrió por toda la parentela; dio conversación y quehaceres a todos los criados, afanes y devociones a todos los conventos; y convirtió la casa en una Liorna. Busca costureras por aquí, sastres por allá, fondista por acullá. Un hacendado de Cañete mandó tejer en Chincha cigarreras. La Madre Transverberación del Espíritu Santo se encargó en un convento de una parte de los dulces: Sor María en Gracia fabricó en otro su buena porción de ellos: la Madre Salomé , abadesa indigna, tomó a su cargo en el suyo las pastillas: una monjita recoleta mandó de regalo un escapulario: otra, dos estampitas: el Pa­dre Florencio de San Pedro corrió con los sorbetes y se encargaron a distintos manufactureros y comisionados, sustancias de gallina, botiquín, vinagre de los cuatro ladrones para el mareo, camisas a centenares, capingo (Don Gregorio llama capingo a lo que llamamos capote), chaqueta y pantalón para los días fríos, chaqueta y pantalón para los días templados, chaqueta y pantalón para los días calurosos. En suma, la expedición de Bonaparte a Egipto no tuvo más preparativos.
Seis meses se consumieron en ellos, gracias a la actividad de las niñas (hablo de las hermanitas de Don Gregorio, la menor de las cuales era su madrina de bautismo), quienes, sin embargo del dolor de que se hallaban atravesadas con este viaje, tomaron en un santiamén todas las providencias del caso.
Vamos al buque. Y ¿quién verá si este buque es bueno o malo? iVálgame Dios! i qué conflicto! ¿Se ocurrirá al inglés; Don Jorge, que vive en los altos? Ni pensaro: las hermanitas dicen que es un bárbaro, capaz de embarcarse en un zapato. Un catalán pulpero, que ha navegado en la Esmeralda , es por fin el perito. Le costean caballo: va al Callao: practica su reconocimiento, y vuelve diciendo que el barco es bueno, y que Don Goyito irá tan seguro como en un navío de la Real Armada. Con esta noticia calma la inquietud.
Despedidas. La calesa trajina por todo Lima. "¿ Conque se nos va Ud. ? ¿Con­que se decide a embarcarse?..." ¡Buen valorazo! Don Gregario se ofrece a la disposición de todos: se le bañan los ojos de lágrimas a cada abrazo: encarga que le encomienden a Dios: a él le encargan jamones, dulces, lenguas y co­branzas; y ni a él le recomienda nadie a Dios; ni él se vuelve a acordar de los jamones, de los dulces, de las lenguas, ni de las cobranzas.
Llega el día de la partida. ¡Qué bulla! ¡Qué jarana! ¡Qué Babilonia! Baúles en el patio, cajones en el dormitorio, colchones en el zaguán, diluvios de canastos por todas partes. Todo sale por fin, y todo se embarca, aunque con bastantes trabajos. Marcha Don Gregario acompañado de una numerosa caterva, a la que pertenecen también con pendones y cordón de San Francisco de Paula, las amantes hermanitas, que sólo por el buen hermano pudieran hacer el ho­rrendo sacrificio de ir por la primera vez al Callao. Las infelices no se quitan el pañuelo de los ojos; y lo mismo sucede al viajero. Se acerca la hora del embarque, y se agravan los soponcios.

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