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viernes, 18 de junio de 2010

MI VIEJO

En el Día del Padre, con mucho cariño les dedico este artículo que escribí hace un tiempo para mi padre.
Este domingo 20, tercer domingo de Junio, celebramos el Día del Padre en casi todo el mundo. En ese día reconocemos y celebramos a nuestros progenitores en agradecimiento por su amor y dedicación como cabezas de nuestras familias y descendencia. El primer Día del Padre fue propuesto por Sonora Smart Dodd en 1910, en Spokane, Washington, como homenaje a su padre, Henry Jackson Smart, veterano de la guerra civil, quien al morir su esposa, se hizo cargo de sus seis hijos, con amor, sacrificio y dedicación. En 1966, el presidente Lyndon B. Johnson, declaró oficialmente el tercer domingo de Junio como Día del Padre.
Escribo este artículo como un regalo a mi padre anciano, para mi hermano, para mi esposo, y para mis hijos que algún día serán padres, y que reconocerán al mirarnos, el inevitable espejo del tiempo. “Los muertos se sientan siempre a nuestras mesas; mucho después de que se han ido” (Mitch Albom, “For One More Day”, 2006). Va también mi dedicación a todos aquellos padres, viejos o jóvenes, naturales o adoptivos, que entienden la tremenda responsabilidad de una paternidad comprometida con la creación de una sociedad psicológicamente estable.
Existe una bellísima y conocida canción compuesta por Jose Tcherkaski y el intérprete argentino Piero, editada en el primer LP de este último en 1969, y titulada “Mi Viejo”, que dice así:
“Es un buen tipo mi viejo, que anda solo y esperando. Tiene la tristeza larga, de tanto venir andando. Yo lo miro desde lejos. Pero somos tan distintos. Es que creció con el siglo; con tranvía y vino tinto. Viejo, mi querido viejo: ahora ya camina lerdo; como perdonando el viento. Yo soy tu sangre mi viejo. Yo soy tu silencio y tu tiempo. El tiene los ojos buenos y una figura pesada. La edad se le vino encima, sin carnaval ni comparsa. Yo tengo los años nuevos, y el hombre, los años viejos. El dolor lo lleva adentro, y tiene historia sin tiempo….”
En esta canción se traduce todo el prejuicio de nuestros tiempos sobre la ancianidad: soledad, incapacidad física y mental, melancolía, tristeza. En la sociedad actual, en la cual la juventud es constantemente elogiada y a la cual se le considera “dueña de los tiempos”, el anciano ha sido desplazado como fuente de conocimiento.
En las épocas antiguas, en Egipto y en el mundo Hebreo, el anciano era considerado como transmisor de sabiduría, y los Concejos de Ancianos tenían gran poder en las decisiones políticas y religiosas. En las sociedades tradicionales o tribales del mundo, todavía los ancianos son considerados como fuente de consulta en la toma de las decisiones comunales.
Ya en los primeros siglos del cristianismo, la vejez comienza a ser considerada un castigo de Dios, como consecuencia del pecado del hombre en el paraíso; se convierte en una condición negativa. A través de la historia, la función de los viejos como “almaceneros” de la historia de los pueblos, disminuye al crearse los registros públicos. Ya en la época del Renacimiento se soslaya la importancia del viejo pues éste representa las antítesis de las nuevas tendencias renovadoras. A medida que los tiempos avanzan, y con el advenimiento de la revolución industrial y la consecuente modernización de la tecnología, los ancianos van siendo menos considerados, y su sabiduría está limitada a lo filosófico; su experiencia no significa contribución alguna al avance científico; lo jubilan, lo marginan. Se convierte en una carga para una sociedad que no está preparada; porque tampoco está dispuesta “a cargar” con el problema del viejo, ya que vive neuróticamente apurada. Por otro lado, el viejo le representa la negación de su inevitable realidad.
La Organización Mundial de la Salud considera como anciana a cualquier persona mayor de 60 a 65 años de edad. En el mundo actual, la población mayor de 60 años constituye aproximadamente el 10% de la población mundial; aproximadamente, alrededor de 650 millones de personas. La pirámide poblacional ha ido variando notablemente, y existe una tendencia al envejecimiento global; en especial en los países desarrollados. Esto se debe a la disminución de las tasas de fecundidad, como consecuencia del los programas de control de la natalidad, así como a la disminución de las tasas de mortalidad, debido al avance científico en el campo de la salud preventiva. La Organización de Naciones Unidas proyecta que para el año 2050 la población de ancianos llegará a constituir el 30% de la población mundial (2,000 millones de personas); llegando a incrementarse las tasas de crecimiento de aquellos a un 2.8% anual (actualmente esta tasa es de 2% anual). La cantidad de personas de la tercera edad superará a la población joven. Por supuesto, hay grandes diferencias en la proporción de edades entre los países desarrollados y los países pobres. En estos últimos, la pobreza y consecuente insalubridad tienden a incrementar las tasas de mortalidad. Adicionalmente, el desarrollo socio-económico de estos grupos de la “tercera edad” es menor al de los países desarrollados.
Según el informe de la Segunda Asamblea Mundial Sobre el Envejecimiento (Madrid, 8-12 de Abril de 2002), “el aumento de los grupos de edad más avanzada en las poblaciones nacionales, con respecto a la población en edad activa, tendrá consecuencias directas en las relaciones dentro de las familias y en la economía. Afectará el crecimiento económico, al ahorro, a las inversiones y al consumo, los mercados laborales, las pensiones, los impuestos y la transferencia de capital y propiedades; así como a la asistencia prestada por una generación a otra.
En el Perú actual, donde el porcentaje de ancianos constituye el 7% de la población total, y donde las condiciones de vida generales son bajas, el 77% de las personas mayores de 65 años no tiene ninguna pensión, y son las más pobres (sólo el 21.3% de la PEA está en condición de jubilación). Dependen de sus familiares y son considerados “carga”. No participan activamente dentro del aparato estatal, y por tanto, no tienen poder de decisión. Por otro lado, no existe un “sistema de pensión asistencial” de parte del gobierno. El programa de pensiones y de jubilación está siendo seriamente afectado al disminuir el número de adultos productivos; ya que a partir de determinada edad son presionados para dejar el campo laboral. Sin embargo, muchos adultos mayores de 60 años se mantienen activos (36.5%) ya que su pensión fija es insuficiente. En las áreas rurales estas cifras aumentan. Solo el 56.3 % de la población urbana de la tercera edad cuenta con algún tipo de seguro contra enfermedad o accidente. El resto, no tiene seguro; y en las áreas rurales, éste es casi nulo.
Los problemas que afectan a los ancianos, en particular en los países pobres, se refieren a las enfermedades, pobreza, malnutrición, incapacidad física y vulnerabilidad en situaciones de desastre, falta de protección de sus familiares, y falta de políticas gubernamentales para que los protejan. La protección de la ancianidad es una necesidad prioritaria en el mundo. Es necesario que nos preparemos para encarar la tremenda problemática que significa el envejecimiento de la población sin políticas adecuadas para su protección.
Es interesante considerar las palabras del finado Papa Juan Pablo II, quien afirma: “Cuando una sociedad, dejándose guiar únicamente por el consumismo y por la eficacia, divide a los hombres en activos e inactivos, y considera a éstos como ciudadanos de segunda categoría, abandonándolos en su soledad, no puede llamarse verdaderamente cristiana. Cuando una familia no quiere en casa a las personas de su propia sangre de la primera y tercera edad, los niños y los ancianos, y a unos y a otros los olvida de cualquier forma o modo, no merece ciertamente el título de comunidad de amor (Aloc. 29-IV-1982).”
En el plano familiar es aleccionadora la lección contra la marginación del anciano que se encuentra en un cuento de Grimm. Un pobre viejo vive en la casa de su hijo casado. Su nuera le critica su debilidad y torpeza; y cuando el viejo rompe un plato al recibir la comida, ésta lo manda a una mesa aparte y le sirve la comida en una escudilla de madera. El hijo pequeño, que miraba atentamente lo que pasaba, encuentra un trozo de madera y comienza a tallarlo con un cuchillo. Al preguntarle sus padres lo que hacía, él les responde que está haciendo una escudilla para servirles a ellos su comida cuando sean viejos. Los padres se arrepienten, piden perdón al padre, y lo sientan a comer con ellos de nuevo.
Es necesario que el anciano tenga participación en las acciones comunitarias y gubernamentales orientadas a delinear políticas de protección a estos grupos vulnerables. Se debe aprovechar la capacidad productiva de aquellos y utilizar conocimientos valiosos que se ajusten a las necesidades locales. Se debe de fomentar la creación de instituciones financiadas por el estado orientadas a atender al anciano minusválido y desprotegido. Sería interesante también, la participación de la población organizada en programas de ayuda y atención alimentaría, de primeros auxilios y de recreación (turismo, actividades físicas e interacción social).
Actualmente existen varios organismos internacionales que están ayudando a los gobiernos en sus esfuerzos para la satisfacción de los derechos y necesidades físicas y emocionales de los ancianos.
El ser humano debe de comprender que la vejez, así como la niñez, es responsabilidad de los años jóvenes y activos; y que simplemente, el mundo sigue dando vueltas en la asignación de funciones… A los padres jóvenes de hoy, padres viejos del mañana, nunca dejen de dar el ejemplo de protección a la ancianidad a sus hijos. En aquello va comprometido su propio futuro!
“Siempre quise lo mejor para ti, y he preparado los caminos que has debido recorrer. Piensa entonces, que con el paso que me adelanto a dar, estaré construyendo para tí otra ruta en otro tiempo…pero siempre contigo (autor desconocido).

Lucia Newton de Valdivieso

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