Gracias a una ordenanza municipal que abre la posibilidad de recibir financiamiento para su restauración, la Casa Suárez, una imitación de Palacio de Gobierno en pleno Miraflores, recuperará el esplendor de antaño. (Revista Cosas, 17/09/2014)
Se ha especulado mucho sobre el personaje que mandó a construir una casa a escala de Palacio de Gobierno. Pero Sonia La Hoz Suárez ríe al escuchar las historias que se han tejido alrededor de su abuelo, el doctor Gay Suárez del Castillo, porque sabe que no se trató de un personaje excéntrico ni que estuvo encaprichado con ser presidente del Perú. “Mi abuelo fue médico, amigo de los hermanos Manuel y Jorge Prado Ugarteche, quienes lo invitaron a postular a la cámara de diputados en las elecciones de 1939, en las que Manuel ganó la presidencia. No alcanzó los votos para entrar a la cámara, pero mantuvo vínculos con los políticos de la época. Dentro de ese círculo de personalidades, mi abuelo conoció al arquitecto Ricardo de Jaxa Malachowski, a quien le pidió que le construyera su casa”, explica Sonia, nieta del doctor Suárez, un próspero médico del Hospital 2 de Mayo, que vivía entonces en la calle La Virreyna, lo que sería actualmente la cuadra 4 del Jr. Huallaga, a la altura de la Plaza de Armas, una zona exclusiva donde vivían familias como los Wiese, los Menchaca y los Orbegozo, en un segundo piso donde tenía su consultorio particular.
Suárez compró el terreno en lo que ahora es la cuadra 42 de la avenida Arequipa, en Miraflores, en el año 1931, por un valor de S/.250, a Don José Antonio Dapelo Vargas, heredero de lo que era entonces el Fundo Barboncito, que iba desde lo que conocemos ahora como Avenida Aramburú hasta la avenida Ricardo Palma, una chacra enorme partida en dos por la Avenida Leguía. Según los papeles de la época, el dinero se pagó en efectivo en la Notaría Chepote, donde se inscribió la propiedad a nombre de sus hijas mayores: María Antonieta y Edelmira Suárez Hudtwalcker. Para aquella fecha, el arquitecto polaco de Jaxa Malachowski ya se había convertido en un reconocido diseñador de emblemáticas construcciones, como el Edificio Rímac y el Banco Italiano, así como el ala izquierda de Palacio de Gobierno, por lo que -según Sonia- le habría ofrecido al doctor Suárez hacerle un palacete similar. En 1939, después de seis años, la casa se acabó de construir. Era tan hermosa, y tan parecida a Palacio, que los vecinos creyeron que se trataba de un museo.
El doctor se mudó con su esposa y sus tres hijos. En un principio, la casa era tan grande que colindaba con la Avenida Petit Thouars, pero años más tarde se vendió parte del terreno a una panadería, la misma que colindaba con lo que fue el Cine Canout, propiedad de la señora Clara Canout, casa con la que compartían un pasadizo, por el que Sonia y sus primas se escabullían para ver las primeras películas de rock & roll.
A la venta
Los hijos de Gay Suárez se casaron y tuvieron descendientes. En algún momento, salvo por periodos en los que el esposo de María Antonieta -el general Enrique Falconí- era asignado a otro destino, hermanos, primos, sobrinos y cuñados llegaron a compartir la casa, cuyos 23 ambientes alcanzaron de sobra para albergar a todos. Entonces, la familia era vecina de los Marzano, los Spa, los Tijero, los Seco, los Berckemeyer y los Perata, cuyas casonas trazaron desde entonces el carácter histórico del distrito. Sin embargo, con los años, los hijos de los hijos se mudaron al extranjero, dejando la casona en pocas manos, a las que cada vez les costó más mantener la propiedad. La madera se fue apolillando, el mármol se fue ennegreciendo, los tonos se fueron decolorando. Finalmente, hace solo unos pocos años, tras el fallecimiento de María Antonieta, los herederos de Gay Suárez decidieron vender la casa, convertida en monumento histórico en 2007 por el INC.
Pero no fue fácil. No solo porque el comprador no podría derrumbar la propiedad para construir una enorme mole de concreto, sino porque la casa demandaba millones en gastos de reparación y restauración. La solución llegó de la mano de la Municipalidad de Miraflores, bajo la gestión del alcalde Jorge Muñóz, en forma de dos ordenanzas, la Nº 401 y la Nº 387, que proponían preservar las casonas antiguas del distrito bajo la modalidad de la obtención de recursos privados para su recuperación. A través de un mecanismo ingenioso, llamado Certificado de Derechos Edificatorios, familias como los Suárez podrán ‘vender’ a una empresa inmobiliaria los derechos de los pisos que dejan de edificar en una avenida como la Arequipa, donde se permiten hasta 12 pisos, de tal forma que la empresa compradora sumará esos pisos adicionales en un predio en construcción, sin tener que hacer estudios de suelo ni demolición.
Este documento, inscrito en registros públicos, le permitirá a la familia Suárez acceder a una suma de alrededor de US$400.000, monto que estiman costará poner la propiedad en valor, para más tarde venderla o alquilarla a un precio mejor. La obra de restauración estará a cargo del arquitecto Enrique Guzmán, quien ya ha empezado los trabajos de investigación dentro de la misma casa. Sonia calcula que el próximo año la Casa Suárez dejará de parecer una propiedad abandonada, para dejar otra vez su impronta por otros 100 años más.
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