¡Lima de
nuevo! Una felicidad llegar a lo de
uno…aunque sea en medio de golpes de martillos y de encontrar mi lavandería
medio destrozada y las cañerías
destapadas porque ya es perentorio el cambio en este edificio viejo y
cansado. Mis muebles siguen tapados
porque no quiero que les caiga el polvo que levanta la picada de las paredes.
No hay agua en la cocina y hay que lavar los platos en el lavadero del baño de
distribución. Pero es maravilloso llegar
y saber que uno es dueño de su tiempo y de su espacio.
Lima está
llena de arte y de sociabilidad. En un
fin de semana he visto hermanos y amigos queridos. Muchos almuerzos, cafecitos, y sobre todo…arte
que se me sale por los poros. He ido a
escuchar a la Sinfónica en nuestro maravilloso Teatro Nacional, que tiene una
acústica maravillosa; he disfrutado de una película peruana, Wiñaypacha…muy
diferente de lo que he visto…peruana y llena de sentimientos que cuenta la
historia de la ancianidad y pobreza en las punas…una catársis para nuestros
indiferentes corazones…; he paseado por jirones y calles en el centro de Lima y
he aprendido de artistas jóvenes, como Humberto Saldarriaga que cuentan nuestra
historia a través de sus cuadros…60 pa’arriba es un cándido tributo a la vejez
y envejecimiento, que se expone en la casa museo de un personaje de la escuadra
de la Independencia…O’Higgins. Después
de acompañar a mis amigas en su devoción a San Judas Tadeo y ver la cantidad de
fieles que hacen cola para tocar el altar de plata del Santo abogado de los
trabajadores, llenos de flores y arreglos florales que agradecen el favor
concedido, nos dirigimos a comer nuestro sánguche de jamón del norte con su
“azuquitar” y su acompañante de salsa de cebolla, en el centenario Bar
Cordano. Arriba descansan impasibles los
gallinazos en el dintel de las ventanas del otrora famoso y trágico hotel
Comercio. Al lado, los restauradores
continúan con su obra de embellecimiento de la Ciudad. Nos tomamos una foto
frente a Palacio, y nos la toma un policía de la guardia. Nos reímos de la informalidad de nuestros
peruanos. Al fondo hacen guardia los Húsares
de Junín, guardia del Palacio y del presidente. Sobre el atrio de la catedral y
al costado de la pileta de la Plaza de Armas, contemplan el cambio de guardia
turistas y peruanos que por allí pasan.
En Lima los
taxistas te cuentan su historia (muchos cuentan los asaltos que sufren cuando
trabajan de noche), conversan de política o de fútbol. En esto último me hago la versada, pero no sé
ni papa. En Lima la fiebre por el fútbol
y el mundial está altísima. Niños y
adultos se compran las figuritas de sus preferidos jugadores e intercambian las
repetidas para el álbum, como hacíamos con las figuritas de ángeles, flores y
canastas, de tiempos antiguos.
Y no faltan
los recorridos históricos de mi amigo Marco Antonio Capistrán Núñez, quien con
paso seguro nos guía por calles y jirones, contándonos esta vez la historia de
los monumentos, aderezándola con anécdotas desconocidas. Parece el flautista de Hamelin, al cual se le
van acoplando varios seguidores a lo largo de su recorrido.
Y por allí
me dirijo al Museo de Arte de Lima (el MALI), porque la naturaleza me llama…En
eso veo un cartel tentador…Están exponiendo las pinturas y esculturas del
famoso Johan Miró…español, catalán y amigo de Picasso. La tentación es demasiado grande…pago mis 10
soles de adulto mayor y me meto para hacer una “visita rápida”. Por allí me invita un amable anfitrión, a
integrarme a un grupo guiado. No me
gusta la pintura abstracta, pero es famoso y me han dicho que es buena la
exposición. No sabía que mi perspectiva cambiaría después de la
explicación. Mujer, pájaro y estrella…características
de un pintor que se rebela contra “la Academia” de sus tiempos…que les pone
títulos a sus cuadros en tres idiomas…español, catalán y francés, y que
evoluciona desde el uso de los colores fuertes hasta los blancos puros y
dimensionales, minimalistas y con sobrentendidos de espacio y tierra. Sus esculturas muestran la conexión del
hombre con la tierra y el universo…toda una cosmovisión. Por allí se acerca el director de un
diario…muchacho joven que ama a Miró y está ávido de recomendarnos estudiarlo y
nos explica lo que sabe sobre la concepción del mundo del artista, sobre su
amistad con Picasso, y sobre ese último cuadro que termina cuando su amigo
muere, y que pinta toda su vida de artista. Allí está a un costado, la gran
obra en persona.
¡Me tengo
que salir corriendo! Mi hermana me
espera a almorzar. ¡Pero qué hambre! Para tranquilizar los rugidos de mi estómago,
me compro una chicha morada en un quiosco del museo previa pregunta tonta de
que, si el agua está hervida y sin microbios porque yo vengo del extranjero,
¡pues! A la salida está el heladero que
me vende un sándwich de D’Onofrio de galleta de chocolate con helado de
vainilla… es miniatura y me cuesta un sol… Así se alivia mi conciencia… Cruzo al frente boto mi papelito en un basurero
y me subo al Corredor azul para irme a mi invitación.
Y así tan
fácil como me integro al mundo del arte y de la historia y de la cultura
popular; a un mundo sencillo y voraz, así me integro al mundo familiar
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