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martes, 22 de mayo de 2012
QOYLLUR RITI: LA FIESTA DE LA ESTRELLA DE LAS NIEVES
La festividad del Qoyllur Riti en el Cuzco, es considerada como una de las fiestas de naciones indígenas más grande de América. Se celebra 58 días después de la Pascua de Resurrección de la Semana Santa, en el Día de la Santísima Trinidad, y tiene la característica de ser una fiesta movible.
Esta celebración es una muestra fidedigna de la “conveniente mezcla” de la cosmovisión andina con elementos del catolicismo introducido por los españoles. En ella se rinde culto a los apus o montañas protectoras, donde viven los wamanis o espíritus tutelares del hombre andino; pero también se venera a Jesucristo, Señor de Qoylluriti y protector de su comarca.
En un artículo muy interesante, “Armando el Rompecabezas Andino”, escrito por la argentina Beatriz Ontaneda Portal, ella dice que la tierra es un gigantesco imán, con una línea de fuerza muy definida, el Ecuador magnético, que da la vuelta por todo el mundo. Hoy esta línea esta recorriendo el Perú, desde Cañete siguiendo por Huancavelica, Ayacucho, Abancay, Cuzco, Madre de Dios hasta el norte de Bolivia. Las montañas poseen en sus entrañas grandes cantidades de minerales y metales, que son excelentes conductores del electromagnetismo de la tierra y los Andes captan la energía más potente del mundo, y han atraído una gran porción de electricidad de la ionosfera. Dice que los antiguos peruanos sabían ya, que las montañas eran condensadores naturales de esta energía, la cual utilizaban en ceremonias en fechas claves para potenciarla, aun más. Dice que las grandes culturas de la historia, siempre han buscado los macizos como lugares de iniciación mágico-religiosa. Todas las culturas del mundo han pensado que la montaña es el eje, el ser ordenador de la vida social, político-religiosa. La montaña representa el puente entre los dioses y los hombres, entre el cielo y la tierra. Para los habitantes andinos toda la naturaleza esta provista de vida y alma, y existe una armonía en la naturaleza. Los Apus o montañas son considerados los señores y son consultados sobre asuntos muy importantes, previo pago del tabaco, comida, flores, y el kintu de coca. Los Apus tienen jerarquías según los tamaños. Los cerros o auquis son los encargados de dar consejos sobre asuntos domésticos. “Los Apus nos acompañan en nuestra vivencia en los ayllus. Los Apus poseen algunos atributos. Existen Apus agricultores, curanderos, ganaderos, músicos, abogados, etc.” (Julio Melo: Karwi, Pitumarca, Cuzco, en la revista COMPAS, 2006).
La costumbre de colocar cruces sobre los cerros representa la unión del cielo con la tierra; la comunicación de la Pachamama con el mundo de arriba, donde están los astros sagrados. Es por esto que es tan importante, la celebración de la fiesta de la Velación de la Cruz, la cual se celebra anualmente el 3 de Mayo. En ella se rinde culto a la Chakana o Cruz del Sur; la cual en esa fecha adquiere la forma astronómica de una cruz perfecta. Los indígenas ascienden a lo más alto de la montaña, a la cual agradecen la buena cosecha y las lluvias fertilizantes. Luego bajan la cruz móvil de encima del cerro y la velan por cinco días; al cabo de los cuales la regresan de nuevo a su lugar de origen.
“El “pago” a la tierra se inicia con el pago al “abuelo Apu” más grande de la región, que en este caso es el Ausangate, al que se le ponen los kintu (3 o 6 hojas de coca); después se continúa con los otros Apus. Hay personas con poderes sobrenaturales o divinos, que son las encargadas de hablar directamente con la tierra y Apus” (Asunta Melo Vera: Comunidad de Karwi, Cuzco, Revista COMPAS, 2006). Dicen algunos comuneros que las montañas son viajeras y que les se puede llamar para consultarles sobre problemas personales.
Es dentro de este marco de cosmovisión andina, que se celebra el Qoyllur Riti. El Apu Ausangate, como lo dijo anteriormente el campesino de Karwi, es el más poderoso de la región, y en el se originan las llamas y alpacas. El controla la fecundidad de los animales, y es muy respetado en toda la comarca.
Cada año, miles de campesinos andinos procedentes de Cuzco, Puno, Arequipa y Apurimac, se dirigen al valle de Sinacora, donde se ubica el Santuario del Qoyllorite (Señor de la Nieve Resplandeciente), con el fin de pedirle el éxito en las cosechas, la fecundidad de sus animales y la salud de sus familiares. Ellos acuden en grupos llamados “naciones”, que provienen de las diferentes comunidades indígenas de la región; en especial, de Quispicanchis y Paucartambo.
Cada nación va acompañada de banderas incaicas, de estandartes que representan a sus grupos, así como de banderas peruanas. Llevan cruces; algunas con la imagen de Cristo y decoradas con los disfraces de seres míticos, como los ukukus (hombres-osos; hijos del nevado) y pauluchas (hombres-llamas o alpacas, vestidos de negro, y que son considerados los intermediarios entre los hombres y el Señor del Qoylluriti y los Apus). Van acompañados por bailarines con disfraces y máscaras variadas (muchas, con rasgos españoles), los cuales ofrecerán sus danzas a la divinidad. Es requisito para poder ser curandero, haber bailado de paulucha, durante tres años seguidos. Van escoltados por el carguyoc, encargado de la fiesta. La recolección de dinero para la celebración se hace a través de la formación de hermandades o cofradías.
La primera parada de los peregrinos es en la pequeña comunidad de Mawayani, cerca del pueblo de Ocongate. Desafiando el frío de la noche, acampan en carpas improvisadas, adonde hacen fogatas sobra las que calientan sus ponches o cocinan alimentos en las ollas que llevan a cuestas durante el viaje. A la mañana siguiente prosiguen el camino de 8 Km., que separa Mawayani del Santuario, el cual esta localizado a 4,600 mts. de altura. Les toma aproximadamente cuatro horas, y pasan por nueve cruces y altares, adonde depositan piedras de diversos tamaños que llevan en sus bolsillos, en unos altares en forma de casitas, llamados Apachetas, y donde dicen que viven los espíritus protectores de los caminos. Estas piedras representan sus pecados expiados, así como sus mayores deseos. También hacen allí, sus ofrendas de coca, conchas y flores y bailan y cantan con mucha devoción.
El Santuario del Señor del Qoyllur Riti se encuentra en la base del glaciar. Su origen se remonta a 1780, cuando se dice que al niño pastor, Mariano Mayta, se le apareció un niño mestizo de cabello claro que lo ayudó a cuidar y reproducir su ganado. El padre de Mariano, en agradecimiento por la ayuda prestada a su hijo, le compró un atuendo lujoso. Esto llego a oídos del obispo del Cuzco, quien mandó al párroco de Ocongate a investigar el asunto. Al ser descubierto el niño por el párroco, éste desapareció, y en su lugar quedó en pie un árbol en forma de cruz. Marianito murió de pena por la ausencia de su amigo, y en el lugar adonde fue enterrado, apareció la imagen de Cristo crucificado. Allí se construyó el templo del Señor de Qoyllur Riti.
Los peregrinos que arriban a Sinakara, representantes de las diferentes naciones, esperan su turno para entrar a la iglesia y prestar homenaje al Señor con danzas y música, y se acercan a la imagen de la Virgen de Fátima, para pedirle ayuda en sus negocios futuros.
Sus danzas son muchas veces matizadas con actos de penitencia, como el de caminar de rodillas sobre la nieve.
Al día siguiente los ukukus y los pauluchas, vestidos con disfraces de lana, comienzan a ascender la montaña, iluminados por un mar de velitas, tocando sus pututus para atraer las buenas energías, y llevando una cruz que representa la unión entre lo divino y lo humano. Su misión es la de encontrar la estrella de las nieves, que se dice que se encuentra enterrada dentro de la montaña, a una altura de 6,362 mts. de altura, al mismo tiempo que invocan al Apu por la multiplicación del ganado.
Los ukukus son los danzantes, cantantes, comediantes, sacerdotes paganos o semidioses, y también, los que supervisan junto con los pauluchas, el orden y la disciplina en el santuario. Esta es una de las pocas fiestas donde no se admite alcohol ni relaciones sexuales. Al que infrinja esta ley, el ukuku le proporcionara sendos latigazos. Para que no los reconozcan, los ukukus se cubren la cara con antifaces y cambian el tono de sus voces. Ellos trepan a la punta del glaciar, muchas veces arriesgando sus vidas, para cortar un pedazo de hielo que bajaran a la madrugada, cargándolos en sus espaldas y que serán utilizados en la ceremonia de purificación de su pueblo, y para regar simbólicamente las primeras cosechas con esta agua sagrada de los Andes.
Se dice que en las alturas de los glaciares los condenados y diablos esperan a los ukukus para librar batallas con ellos; y muchas veces, causarles la muerte. Según el fotógrafo peruano, Vicente Revilla, algunos ukukus quieren morir e integrarse a los glaciares y a Dios. Así es que, al subir a la montaña, se despiden de sus compañeros, porque no saben si regresaran. Una parte del hielo es llevado a los sacerdotes del pueblo para ser bendecida, y se coloca a los pies de la Catedral; justo a tiempo para la procesión de Entrada de los Santos de la fiesta del Corpus Christi; una de las fiestas mas fastuosas de todo el país. Allí los ukukus se confunden entre la muchedumbre que celebra la fiesta.
El Qoyllur Riti es una de las pocas celebraciones que se han mantenido inalteradas, a pesar de los intentos de su erradicación, por la Iglesia. Es riquísima en su simbolismo sobre la cosmovisión andina y representa, una vez más, el triunfo de ésta sobre la imposición religiosa de España. El indígena integra a sus divinidades dentro de la nueva religión; no las reemplaza. Y así, encuentra sentido y prolongación de su acervo cultural.
Lucia Newton de Valdivieso
New York, 26 de Abril del 2007
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