Cada lunes
santo durante la semana santa, sale en procesión la imagen del Señor de los
Temblores, patrón jurado del Cusco. La historia de la imagen se mece entre la
leyenda y la realidad.
Se dice
que cuando los españoles trataron de evangelizar a los indios, se encontraron
con mucha resistencia de parte de ellos, puesto que ni las imágenes que
representaban a Cristo y los santos poseían sus rasgos étnicos, y su
cosmovisión no se identificaba con las enseñanzas que estos invasores querían
imponerles. Así, una de las tareas a la que se abocaron los españoles fue la de crear un sincretismo o correspondencia
entre culturas y creencias, que llevarían a aquellos a adaptarse mutuamente a
la diaria convivencia.
De este
concepto básico, nace la idea de parte del Rey Carlos V de España de mandar
para la Iglesia del Cusco, una imagen de un Cristo crucificado con rasgos étnicos
indígenas. Se dice que el viaje en el barco hacia el Perú fue muy
accidentado y que durante la tormenta, amarraron al Cristo en la proa para
amainar la tempestad. Y así fue como se
calmó la furia del firmamento y pudieron llegar a su destino.
Ya en el
puerto del Callao, contrataron unos arrieros que llevarían la imagen del Cristo
al Cusco. Después de atravesar una serie de obstáculos a través del
camino, llegaron a Mollepata, última parada antes de llegar a su destino, y
pararon a descansar. Dicen las historias, que al querer reanudar el
viaje, el baúl donde se guardaba la imagen, se volvió sumamente pesado, lo cual
interpretaron los transportistas como señal del cielo de que esta debía
quedarse en el pueblo.
Fue así que el arriero encargado mandó preparar
secretamente una copia fiel del original, pero de menor valor material, y fue
esta la imagen que se llevó al Cusco. En Mollepata, Anta-Cusco, quedaron
con el compromiso de construir una iglesia que albergaría al que llamaron
Señor Manuel de Exaltación de Mollepata.
Al
llegar al destino la nueva imagen, hecha de fibra vegetal de lino, maguey
y madera balsa de la región y modelada con técnicas de la región, se
depositó en el Templo del Triunfo, donde se guardó por varios años bajo el
nombre del Cristo de la Buena Muerte.
En el
año 1650 se registró en el Cusco un tremendo terremoto, que se dice duró el
tiempo que uno demora en rezar tres credos (Se le calcula una magnitud 7.5
grados en la escala Richter, aproximadamente) y que tuvo muchas réplicas que
destruyeron toda la construcción colonial de la ciudad. Quedaron sólo las
estructuras incas en pie. El número repetido de réplicas hizo que los
pobladores sacaran en procesión a sus santos, pero nada calmó la furia de la
naturaleza, hasta que se sacó la imagen del Cristo de la Buena Muerte en
procesión y se le puso sobre el atrio de la Catedral. Desde ese entonces,
los pobladores la rebautizaron como Señor de los Temblores..el
Taytacha...el Papacito.
En el
año 1720 el Cusco fue azotado por una peste que sólo se detuvo al sacar en
procesión al Señor de los Temblores. Fue desde ese momento que se le
declaró Patrón Jurado del Cusco en vez del patrón Santiago, nominado por los
españoles en 1646.
La
imagen que se se encuentra en un altar muy especial en la catedral del Cusco,
es de un color muy oscuro. Aparentemente, esto se debe a que el material
usado en su elaboración es muy resinoso y cambió su coloración con el
tiempo y por la exposición al humo, al incienso y al calor de las múltiples
velas que iluminan permanentemente su capilla en el interior de La Catedral.
Algunos fieles piensan que es en realidad un Cristo indígena y su color se hace
más oscuro a medida que realiza milagros. Los clavos de sus manos y pies son de oro puro
con piedras engarzadas y lleva una corona de oro con piedras preciosas.
Las imágenes a los lados del Taytacha de los Temblores corresponden a San
Juan Bautista y La Virgen Dolorosa.
Acercamiento de la cara de la imagen |
La
festividad del Señor de los Temblores abre la celebración de la Semana Santa en
el Cusco y es la más importante en esa semana, donde es evidente la dualidad
religiosa. Es una semana que tiene características muy especiales que la
hacen única.
Esta se
inicia días previos al Domingo de Ramos, cuando pobladores de todas las edades
de la ciudad suben a los cerros con sus canastas a recoger unas flores
silvestres tradicionales que crecen en las laderas especialmente durante el mes
de marzo y abril, de un rojo intensísimo, del color de la sangre, llamada
ñucchu. Estas les servirán para adornar la efigie del Señor, así como para
arrojarle sus pétalos mientras avanza la procesión. Estos se venden en
varias esquinas, el día de la procesión.
Los
balcones de las casas y negocios se visten elegantes con mantas enormes,
algunas de terciopelo con bordados con hilos de oro, para adornar el paso del
Señor.
El día
lunes, temprano en la mañana, en la Catedral, se realizan misas organizadas por
las instituciones, hermandades y gremios sindicales. Hay dos hermandades del Señor de los
Temblores, compuestas por 90 personas cada una y que pertenecen a diversos sectores
sociales de la población; ellos han heredado la tradición de sus antepasados.
Fuera de
la Iglesia se apostan las diversas delegaciones que acompañarán el recorrido y
a las tres de la tarde, puntualmente, comienza la ceremonia con el saludo de
los cófrades y fieles que esperan en la puerta. Niños subidos sobre los muros al costado de la
puerta principal arrojan los pétalos de las flores, que semejan una lluvia de
sangre sobre el cuerpo del Cristo crucificado. Así comenzará un recorrido de cinco horas por
las calles aledañas a la Catedral. Va
avanzando lentamente acompañada por ayes y llantos y por el canto de matronas
llamadas Chaynas (cuyo significado quechua es pájaros jilgueros) y por bandas
de músicos que tocan con una mezcla de instrumentos nativos como el
pututu, quenas y flautas y con violines, acordeones y órganos de origen
español.
Es
interesante saber que toda la música que se toca es música religiosa eclesial
acomodada a la liturgia española, con base pentafónica de origen incaico,
y las canciones de las chaynas son enteramente en quechua. Hay 20 a
30 composiciones dedicadas al Taytacha, todas cantadas en quechua. La cantora de más edad, es la que dirige el
coro de mujeres, mayormente de la tercera edad.
Después
de haber recibido el homenaje de los fieles, la procesión regresa al templo al
anochecer, y se para en el atrio donde las sirenas de los carros bomberos
anuncian que el Señor les está dando la bendición, y los asistentes lloran de
emoción. Posteriormente, el anda ingresa al templo y la efigie es colocada en
su altar adornado de plata y madera contorneada, hasta el próximo año.
Antiguamente,
los indígenas se tapaban las caras con un poncho, para evitar estar al frente
de la mirada de la imagen, puesto que se creía que al mirarlos, el Señor
señalaba a quien se iba a morir. Después de que la imagen retornaba al templo,
el pueblo sancionaba a cualquiera de las autoridades del gobierno de la ciudad,
que no habían cumplido con sus obligaciones; los insultaban, y hasta agredían
sus casas con piedras.
Era
costumbre terminar la noche consumiendo licor, así como dedicarse a actividades
de tipo sexual, ya que Cristo estaba sufriendo y condenado a morir, y no podía
ver.
En una
entrada diferente de este blog, les ofrezco dos videos completos sobre la
Semana Santa en el Cusco.
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