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martes, 23 de febrero de 2021

Aprendiendo a Vivir

 






Hoy le di vuelta, una vez más, a una página de mi vida.  La verdad es que esperaba que esa montaña rusa a la que me trepé cuando comenzé está década de mi caminar, fuese menos atropellada y que ya había llegado a la tranquilidad que nos merecemos despues de andar, hay veces desenfrenadamente.

Todas esos planes de años se borraron de un brochazo cuando se presentó la pandemia que nos obligó a sumergirnos en un encierro con un final incierto.  Al principio nos parecía increible. Aplaudíamos desde nuestra reclusión a los héroes que salvaban nuestras vidas a costa de hacer peligrar las suyas.  Aprendimos a limpiar los víveres que adquiríamos, a poner alfombras con desinfectantes a la entrada de nuestras casas, a usar mascarillas, a limitar nuestras salidas.  No más abrazos y besos a nuestros hijos, familiares y amigos; que nos visitaban sólo cuando se habían hecho las pruebas detectoras del vírus. No más contacto físico con nuestros amigos. No más reuniones con risas desenfrenadas. No más noches de borracheras casuales o deseadas; el mundo que conocíamos pasó al recuerdo. Comenzamos a conocer el miedo, la sospecha y la incertidumbre, y muchos se deprimieron.

Ya va a ser un año de esta situación, y mucho ha cambiado.  Ya no pensamos que este fue un suceso aislado y de mala pata. Más bien yo creo que fue un “estate quieto”; una llamada de atención que nos mandó la naturaleza para recordarnos las reglas de convivencia y de respeto que debemos  observar.  La tierra nos recordó el abuso constante que hicimos de ella con el desperdicio, depredación y nuestra indiferencia y egoismo,  para que nos interesemos en cuidarla y conservarla.  La escoba de la ausencia barrió y limpio la tierra y los cielos y la polución se disipó. El mar y el cielo son más azules y las nubes más blancas.  Los peces, aves y animales del bosque vuelven a respirar calma ante la temporal desaparición del más voraz de los predadores: el hombre.

Y allí estábamos metidos, convencidos de que teníamos que reinventarnos para que nuestra salud mental y física no se minaran.  Y comenzaron las escuelas y trabajos virtuales.  La economía se destrozaba, pero nos dimos cuenta que teníamos que buscar alternativas para seguir funcionando y revitalizarla.  Las tiendas, los mercados, los cines, teatros, lugares de entretenimiento, se cerraron.  El que desobedecía o  negaba la existencia del peligro, terminaba echado en la cama de un hospital, para muchas veces, nunca más ver a los suyos. Entonces comenzamos a imaginar que todo podía seguir pero de otra manera.  Y nos dimos cuenta que podíamos trabajar desde nuestras casas, resolver el problema de los padres ausentes y el de la falta de guarderías, porque ya estábamos en casa.  Ya no necesitábamos ponernos ropa de diseñadores , ni collares, pulseras o gemelos caros, para mostrar al mundo nuestro status.  Lo que valía era verter nuestros conocimientos, aunque estuviéramos en pijamas, y buscar una mejor productividad.  Podías ser profesora o profesor de tus hijos. Podías por fin jugar con ellos y hacer uso de tu inventividad para mantenerlos divertidos y despertar su imaginación.  A falta de teatros y cines y museos, las plataformas de las redes de internet, comenzaron a ofrecer programas diarios de óperas y obras teatrales.  Netflix, Hulu, Amazon Prime, YouTube, Vimeo, etc, se volvieron nuestros cines virtuales.  Los domingos era tiempo de almuerzo rico y películas con hot dogs y popcorn incluido para grandes y chicos. Se crearon toda clase de webinars, conferencias, tours de todos los continentes y paseos virtuales.  La propaganda financiaba los que eran gratis. Los operadores de tours virtuales comenzaron a ganar dinero haciendo reuniones de zoom o con otras plataformas, por las que se pagaban tareas establecidas.   No te movías y te paseabas por el mundo en pijama.  Las universidades crearon cuartitos individuales donde los alumnos podían usar computadoras y lugares de aislamiento. Para los universitarios se crearon sistemas de supervisión y cuidado que chequean constantemente la salud física de los estudiantes. A falta de restaurantes cerrados, se crearon los "deliveries" de comidas de toda clase...desde elegantes hasta sencillas.  Las fiestas de cumpleaños  se convirtieron en caravanas de carros con globos de muchos colores que pasaban frente a la casa del cumplido con carteles enormes para felicitar a los homenajeados.  Los regalos se rociaban con desinfectante o se dejaban en lugares aislados por unos dos días, para que "despareciera”el virus.  Las amigas y amigos, mandaban paquetes de comida y botellitas individuales de licor a los ïnvitados, para luego hacer reuniones virtuales y compartir los mismos sabores.  En el internet había clases de marinera, de tango, flamenco y zumba y otros bailes. Los gimnasios hicieron clases virtuales.   La fiesta de Año Nuevo del año 2021 fue tan divertida como cualquier otra.  Nos imaginamos que estábamos todos juntos. Nos pusimos sombreros, antifaces,collares y coronitas.  Nos vestimos elegantes y esperamos ver caer la manzana en la torre de Times Square en Manhattan y pudimos ver las luces artificiales de todo el mundo! 

Después vino la vacuna. Se inventó una que ni siquiera es un pedazo de virus muerto,sino una réplica de él, que crea una reacción del cuerpo y anima a nuestro sistema inmunológico a defenderse. Y en eso estamos: con la esperanza de vencer al mal...a la plaga y a la maledicencia de aquellos grupos que no entienden que el poder por el dinero no es la solución, y que la empatía nos llevará más allá en esta nueva oportunidad que nos da la naturaleza en toda su divinidad.

En resúmen, nos reinventamos y vimos que la vida nos trae grandes lecciones, y aprendimos que el ser humano es parte de la naturaleza, y que como el ente más grande de la creación, tiene la capacidad para sobrevivir y hacerle frente a los desafíos. Se ha dado cuenta que es necesario hincarnos de rodilla y reconocer nuestra fragilidad frente al poder de un destino que no se puede doblegar. Puedes caer muy bajo, pero siempre te puedes levantar y seguir adelante y encontrar el porqué de tu vida. No importa qué tragedias hayamos enfrentado, pero éstas modelan nuestras vidas; y si nos levantamos y continuamos nuestra historia recordando las experiencias vividas, siempre encontraremos rutas verdaderas.  Nuestro espíritu se habrá engrandecido y nos habremos vuelto más fuertes.

 


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