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martes, 13 de marzo de 2012

Diario de un Viaje a Panamá: Primera Parte: La Ciudad





Una Visita a la Ciudad de Panamá








Desde las profundidades del océano, adonde venían convulsionando desde hace 20 millones de años dos placas de la corteza terrestre de dos continentes vecinos, hace más o menos tres millones de años, surgió como una explosión de volcanes submarinos, una franja de tierra con una superficie de 75,517 kms.2, que uniría los continentes de América del Norte y de América del Sur, y que determinaría para siempre, el destino del mundo (al principio de este suceso surgieron unas islas que se fueron rellenando con el movimiento del cascajo que empujaban las corrientes marinas).   Fue a través de ese puente que tendió la naturaleza, que se dispersaron el hombre y todas las especies animales y vegetales. Y con su existencia, influyó en los climas del mundo y en la determinación de las corrientes marítimas. (Un video que explica este proceso puede encontrarse en la web del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales: "El Istmo de Panamá ha Cambiado el Mundo", conferencia a cargo del geólogo, Anthony Coates, Director Temporal del Bio-Museo de Panamá y asesor del arquitecto a cargo de su construcción, Frank Ghery)


En las épocas del descubrimiento y de la conquista, fue el camino obligado para los que se aventuraron hacia las tierras del sur... y en la colonia, Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, que luego se convertiría allá por 1717 en el famoso virreinato de Nueva Granada,  fue el punto central desde donde se transportaban en barcos los productos y botines que traían los conquistadores desde las tierras ricas en oro y plata y novedosos productos naturales, hacia el viejo mundo.
Panamá, está cubierta de vegetación y rodeada de mares de todos los colores, y allí donde abundan los arrecifes de coral, estos resplandecen con sus tonos verdes y turquesas. Y en sus islas de arenas blancas, donde crecen caprichosamente inclinados por el viento miles de cocoteros, todavía reinan las etnias originales, con sus tradiciones y cultura legendarias y con sus vestimentas de miles de colores que los dioses les enseñaron a bordar y que cuentan de su historia mitológica.





Y es con ocasión de un matrimonio de una niña querida convertida en mujer, de esos que se celebran en los cuentos de hadas, que realizo mi sueño de viajar a esa bella ciudad y conocer sus bondades y su historia.  Se casa en una Iglesia dedicada a San José, frente a un altar de oro con una tradición escondida (dicen que en el saqueo de la ciudad por Henry Morgan y sus piratas, los curas lo pintaron con brea negra para que no se lo llevaran), en una ceremonia cantada por la talentosa Patricia Vlieg que tuvo su máxima expresión con el Ave María de Gounod, y en la que además se incluyeron varias piezas tradicionales panameñas, y al final una de nicaragua y de Holanda en honor a las raices de ambos.


Y  en su fiesta de celebración, al son de su música preferida que evoca el nacimiento de una nueva era de amor y de unión, baila la princesa con su príncipe, mientras sobre el cielo de la bahía revientan lucecitas de miles de colores que se derraman caprichosas sobre el firmamento coronando esta ocasión especial.


No faltan los bailes típicos de esas gráciles panameñas que lucen sus tradicionales polleras bordadas primorosamente y adornadas profusamente con medallas de oro y borlones de colores.  En sus cabellos recogidos sobresalen los tembleques: unos tocados salpicados de perlas de agua y cristales en forma de florecillas, a veces de cuentecillas de colores, sujetados por ricas peinetas de oro. Son atuendos de herencia española y conjugan la vestimenta de diversas regiones de la madre patria. 


Y en esa ocasión se juntaron como pocas veces, los descendientes de un presidente, Don Belisario Porras, bisabuelo de la novia, un abogado, escritor, poeta, profesor, diplomático, militar, político y periodista panameño que escribió varias páginas de pensamiento político y literario y que fue Presidente de Panamá tres veces entre 1912 y 1924. Un hombre que abogó por la soberanía, honra y protección de la economía de su país. Cuando la Gran Colombia se vio involucrada en una guerra civil entre Liberales y Conservadores, dirigió la  cruenta y difícil Guerra de los Mil Días como jefe del Partido Liberal en el Istmo, y que finalizó con la derrota de esta facción en Panamá y con el fusilamiento en Las Bóvedas del lider indígena del partido Liberal Victoriano Lorenzo. Fue determinante la ayuda que le prestaron los norteamericanos a los Conservadores, y tuvo como consecuencia la separación de Panamá y Colombia en 1903. Belisario Porras defendió tenazmente la nacionalización del Canal de Panamá, oponiéndose a la venta de éste a los norteamericanos, despreciando los tratados que establecían al gobierno extranjero como propietario de esta obra estratégica y de importancia trascendental para el mundo.  Fue por esto que se opuso en un principio a la separación de Panamá con Colombia, y que más adelante le valió el retiro de su nacionalidad panameña; la cual recuperó a su solicitud, en 1906.  En su carta titulada Reflexiones Canaleras o La Venta del Istmo, recalcó que la integridad de la patria debía ser mantenida a toda costa.


 Años más tarde, fue él, quien como Presidente, fue huésped de honor, junto con su esposa y otros dignatarios oficiales,  en el vapor Ancón que inauguró en 1914 la entrada triunfal al Canal. El cruce se realizó en alrededor de 8 horas y a todos los presentes se les obsequió con una medalla conmemorativa de esa ocasión.


Sus períodos presidenciales estuvieron caracterizados por sus grandes obras públicas y la fundación de instituciones importantes, carreteras,  la Plaza Francia, el ferrocarril de Chiriquí, bancos, hospitales, el Archivo Nacional, la Cárcel Modelo, entre otros.
Casa donde vivió Belisario Porras después de su presidencia hasta sus últimos días

Foto del monumento a Belisario Porras frente a la casa de la foto anterior 
Belisario Porras con su hija Alicia (cortesía de su nieta Marisabel Aramburú Porras)

Panamá, la tierra de las mariposas, flores y peces, es un país que alberga tres millones de habitantes  de los cuales el 44% viven en el área metropolitana. La capital está llena de contrastes…es una ciudad plagada de edificios modernos de arquitectura caprichosa que conviven con las ruinas de una ciudad quemada por los españoles  en 1671 para hacer frente al ataque del pirata Morgan, y a la que llaman Panamá Vieja, y  que no  la dejan ir; seguro para recordarles de aquella gloria pasada que hoy resucita como ave fénix  para emprender su vuelo al cielo. 

 La ciudad de Panamá es una urbe cosmopolita y moderna, con altos edificios y un amplio sector finaciero.  Por su posición geográfica actualmente ofrece al mundo una amplia plataforma de servicios marítimos, comerciales, inmobiliarios y financieros, entre ellos la Zona Libre de Colón, la zona franca más grande del continente y la segunda del mundo.

Y no le da espaldas a su historia colonial, con la renovación del que llaman el Casco Antiguo de la ciudad; el nuevo lugar donde los españoles ubicaron a la ciudad en 1673, en una pequeña península rodeada de arrecifes, para que cuando la marea bajase, los barcos invasores no pudieran aproximarse.  Hoy es centro de la gobernación y de sus dependencias, así como también de importantes iglesias y plazas coloniales que rememoran su historia colonial. El Casco fue rodeado por gruesas murallas que hoy todavía se pueden apreciar.
En 1997, esta zona fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

A pesar de todos los esfuerzos por conservarla a salvo de los peligros externos, la nueva ciudad fue víctima durante el siglo XVIII de tres incendios grandes que la destruyeron parcialmente y modificaron su estructura inicial. La zona de Casco Antiguo es donde los ricos de la ciudad de Panamá vivieron alguna vez desde el siglo 17, pero el área se había convertido en un barrio marginal en la última parte del siglo pasado. A través de incentivos fiscales, una bonanza de restauración se inició en los años 90. Un viaje a través del “Casco” hoy, deja claro para los visitantes que este barrio está volviendo rápidamente a su edad de oro.

La configuración actual data de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX.[  ]Esta reestructuración permite insertar dentro de las ruinas y edificios coloniales, edificaciones neoclásicas, afroantillanas y pequeñas muestras de art deco, lo que lo diferencia de otros cascos antiguos de ciudades de ascendencia española.

Nuestra primera parada fue la casa presidencial, que se encuentra dentro de la zona resguardada y para la que hay que pedir permiso para entrar.  Esta data de 1673, y ha sido usada como Aduana, sede de la Contaduría,  depósito y escuela, hasta su designación en 1855 como sede de la presidencia.  En 1923, el presidente Belisario Porras ordenó su remodelación y le agregó un segundo piso.  Se le llama también el Palacio de las Garzas, porque en su patio se pasean las crías de estas aves que le fueron regaladas al presidente Porras, por el poeta Ricardo Miró.  La visita a sus recintos está restringida y sólo se puede entrar a ella previa cita.  Aquí ofrezco una fotografía muy especial del palacio (sacada de una vista en vidrio antigua) que me ha sido proporcionada por la nieta del citado presidente, y donde se puede apreciar a la familia en uno de los balcones, y al extremo derecho se puede ver la imagen de un guardia fantasma (por superposición de la fotografía, quizás?).
Palacio Presidencial  con la familia del presidente Belisario Porras en el balcón




A lo largo de las calle alrededor del palacio se encuentran diferentes dependencias del gobierno.

Otro bello lugar al que tuvimos acceso, fue el Hotel Las Clementinas, que cuenta con 6 habitaciones tipo suite, y que fue construido en 1930 como edificio de apartamentos por Doña Clementina Herrera y su hija Clementina Jaén, una prestigiosa joyera de la época.  Cada habitación es una suite completa con kitchenette, un dormitorio, un baño, balcón, y sala-comedor. El mobiliario es muy fino, y gran parte de él ha pertenecido a las familias aristocráticas de la época.  Para la renovación del hotel se ha observado hasta el más mínimo detalle y los azulejos que faltaban, han sido reproducidos cuidadosamente por expertos artesanos colombianos y panameños.

El edificio descansa sobre la muralla original de la ciudad, construida por los españoles en el siglo XVIII para defenderse de los ataques,  y que fue desmontada durante los florecientes años 1850 para ampliar la ciudad. Es por esto que la propiedad ha sido incluida como Patrimonio Histórico.

Luego que la joyería de Doña Clementina se mudó, el espacio comercial de planta baja (ahora el Café -Bar) fue arrendado a la Policía Nacional, cuya estación cercana conocida como “La Secreta” (La Policía Secreta) adquirió protagonismo durante la dictadura.

El jardín que se encuentra inmediatamente detrás del edificio le fue vendido a Ramón Arias Feraud por el gobierno, a finales de siglo, con la restricción expresa de que el lote nunca sería usado para otra cosa que no fuera “un jardín para la conservación y el embellecimiento de la ciudad."  Tiene un jardín secreto rodeado de las murallas de la ciudad, y  que se descubrió  bajo montañas de escombros cuando se estaban haciendo las excavaciones para la construcción del local, bajo 30 mts de la calzada. El jardín restaurado es el escenario ideal para cenas y eventos privados.
Jardín Secreto en las Clementinas

En el restaurante principal, hay un muro cubierto de fotos pertenecientes a las familias Arias y Porras.

Desde sus terrazas se puede observar toda la ciudad, el cerro Ancón y la entrada al Canal.

Nuestro siguiente paseo fue a la Plaza de la Independencia o  Plaza Mayor adonde se proclamó la Independencia de Panamá de su asociación con Colombia en 1903.  Alrededor de ella se  encuentran la Catedral, la Municipalidad y el Museo del Canal Interoceánico, adonde pudimos apreciar el lente de un faro que fue abandonado en Isla Grande,  y que fue diseñado por Gustav Eiffel en 1894.  Se expone también, la historia de la construcción del Canal. En este museo funcionaron las oficinas de la compañía francesa del Canal y luego del norteamericano, así como el Correo Central hasta 1997, siendo renovado después, para dar pase al museo actual.

En la Plaza Bolívar, nos tomamos unas lindas fotografías junto a la estatua del Libertador. Según nuestro guía, es una de las pocas esculturas en las que Bolívar no ha sido representado en uniforme. Originalmente, esta plaza fue conocida como Plaza de San Francisco, que fue destruida por un incendio que devoró toda una manzana de casas y dejó un terreno baldío. El nombre actual lo recibió en 1926, al erigirse el monumento conmemorativo del Congreso Anfictiónico que realizó Bolívar 100 años antes para promover la unión americana. 

Alrededor de esta plaza se encuentra la iglesia de San Francisco; El Palacio Bolívar, actualmente el Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyo patio interior está adornado con el escudo de armas de las repúblicas que participaron en el congreso.  La Sala Capitular donde se celebró el congreso contiene una réplica de la espada de oro ceremonial de Bolívar incrustada con 1374 diamantes que el Perú le regaló a Bolívar después de la Batalla de Ayacucho y que siempre se guardó en las bóvedas del Banco central de Venezuela ; los documentos originales del Congreso se pueden ver en una sala situada en la parte superior; el Hotel Colombia, construido en 1937 y que en su época fue uno de los mejores hoteles de aquellos tiempos y en cuya planta baja hay un restaurante conocido y de comida muy rica: El Casablanca; la iglesia San Felipe de Neri;  la Casa Heurtematte; y el Teatro Nacional,  que fue diseñado por el arquitecto Gennaro Ruggieri e inaugurado en 1908 con la representación de la ópera Aída de Verdi.
En la Plaza Bolívar suelen reunirse de día muchos artesanos que venden toda clase de mercadería…vestiditos para niñas, sombreros de Panamá (hechos famosos por los gringos durante la época del canal y que realmente vienen de Ecuador donde son manufacturados con la fina paja toquilla.  En algunos almacenes, alrededor del casco, los venden con unas cajitas de madera dentro de las que se pueden doblar y guardar),  pulseritas  collares, molas, etc. En las plazas o parajes contiguos se ubican frente a grandes mesas, indígenas que también venden sus productos, pero no dejan que les tomen fotos, salvo que les den una propina…dicen que las fotos les roban el espíritu.


Por el costado del teatro, nos dirigimos hacia la Plaza Francia, pero primero paramos frente a la  casa del famoso cantante, compositor y ganador de varios premios Grammy, además de candidato a la presidencia, y pasado Ministro de Turismo de su país: Rubén Blades.  Le canté una serenata, pero me dijeron que había salido de viaje…una pena!!! Frente a su renovada residencia,  se puede ver el Océano Pacífico.  Un paisaje incomparable al que Rubén le canta:
Allá bajo en el hueco en el boquete nacen flores por ramillete
Casita de colores con la ventana abierta,
Vecinas de la playa puerta con puerta…
Aquí yo tengo de to’ no me falta na’, tengo la noche que me sirve de sábana



 Junto a una fuentecita de piedra y bajo unas lindas buganvilias, nos tomamos una foto para el recuerdo. Dicen que las casas de por allí cuestan carísimo.

Al costado queda el esqueleto de lo que fue el antiguo Club de la Unión, adonde iba la crema y nata de la clase alta panameña.  Después, cuando esta población se mudó a los suburbios, como pasa a medida que se amplían los medios de transporte y comunicación, el club se convirtió en el Centro de Recreación para las tropas de la Guardia Nacional.   Actualmente, este lugar será sede de un hotel de cinco estrellas. Con la invasión estadounidense de 1989, y la captura de Noriega, el edificio quedó completamente destruido.  Este lugar se ha utilizado para la filmación de dos películas: James Bond: Quantum of Solace y el Sastre de Panamá.

Otro edificio que llama la atención por su diseño, con una corona de reina en la parte de atrás, es el Instituto Nacional de Cultura,  El edificio que ocupa la institución fue inicialmente construido para el Palacio Legislativo y de Justicia. Parte de la película de James Bond, Quantum of Solace, fue filmada en su interior, y se le representó como un hotel. Los cinematógrafos lo pintaron y le pusieron los tolditos azules que hoy se pueden ver sobre las ventanas.


Por el paseo Estéban Huertas, nombrado así en honor de uno de los líderes por la independencia de Panamá, avanzamos admirando  bajo un arco de buganvilias, las maravillosa mercadería que ofrecen los artesanos e indígenas gunas. Ya en el malecón, se pueden apreciar  lindas vistas de la Bahía de Panamá, la Calzada de Amador, el Puente de las Américas, el barrio de El Chorrillo y los buques que esperan su paso por el Canal.  Es impresionante el contraste de la ciudad moderna vista desde esta ciudad vieja, que quiere seguir siéndola para recordar su pasado histórico.



Nos habían contado de la Plaza Francia y las Bóvedas, así que nos sorprendió la belleza de este lugar que ha sido testigo de tantos sucesos…muchos de ellos, infames, como el fusilamiento del General Victoriano Lorenzo en 1903 en este muro de Chiriquí.  El desató y encabezó la rebelión de los indios y tomó parte activa en la Guerra de los Mil Días, un conflicto armado que, planteado en principio como una disputa entre liberales y conservadores, trajo consigo la independencia de Panamá respecto de Colombia. Uno de sus defensores acérrimos fue Belisario Porras, quien no pudo hacer nada para evitar este suceso.




En este lugar, también se encuentran las bóvedas o cárceles españolas adonde se torturaba a los presos y se dice que los amarraban en la base de los muros para que cuando subiese la marea, se ahogaran.  Cuántas almas en pena albergarán el precioso restaurante y las galerías de arte que ahora se alojan en su lugar?  Aquí quedaba el fortín de Chiriquí que defendía a la ciudad desde los ataques desde el mar.
La Plaza Francia es hoy un oasis de tranquilidad, rodeado de jacarandás y palmeras.  Fue construida durante el gobierno de Belisario Porras para honrar a los franceses que iniciaron la construcción del Canal, cuyos bustos, encabezados por el de Ferdinand de Lesseps, se encuentran allí, rodeando a un obelisco coronado por un muy francés gallo.  En la galería se encuentran varias placas que cuentan la historia del Canal. Más allá, está la Embajada Francesa, y a su costado hay una figura en tamaño natural del presidente Pablo Arosemena, quien fue uno de los negociadores con los Estados Unidos, del Canal de Panamá.


A dos cuadras de este lugar, se encuentra la otrora catedral de Santo Domingo a la que se le llama el Arco Chato, pues durante la época de construcción del Canal, sirvió de ejemplo de la estabilidad sísmica de Panamá.  El convento de los dominicos fue construido en 1678 y fue uno de los primeros en fundarse en la nueva ciudad.  En el siglo XVII dos incendios derrumbaron las torres e interiores, mas no los muros y arcos, ni el arco chato que soportaba el coro de la iglesia. Recién en el 2003, este arco sucumbió al paso del tiempo; pero después ha sido reconstruido exactamente, y a un costo de aproximadamente de medio millón de dólares, sufragados en parte por el gobierno español.


También visitamos la Catedral, la iglesia de la Merced que cuando Panamá Vieja fue quemada, se trasladó piedra por piedra para ser reconstruida en la nueva ciudad, así como la Iglesia de San José, con su altar de oro.



Después de un almuerzo en un restaurante de muy buen gusto, el Mostaza, tomamos un taxi con nuestras compañeras de turismo: una uruguaya, Daniela, que se había alojado en una pensión mochilera de la ciudad (14 dolls. por noche, bañó común), una venezolana guapísima, Sandra Paola, que estaba por el centro de la ciudad, y nosotros, una cubana y una peruana, en el clásico Hotel Plaza Paitilla Inn, donde desde nuestra ventana teníamos una vista insuperable de toda la bahía. Nos daba una gran sensación de seguridad, porque cuando bajaba la marea se podían ver esos arrecifes que impedirían a cualquier pirata moderno aproximarse!  Además su buffet de desayuno incluido es bastante apetecible y altamente recomendable.
Hotel Plaza Paitilla

Por la nochecita tuvimos un compromiso en Costa del Este…increíble lugar de altos edificios de departamentos y de casa soñadas, que queda en el extremo este de la ciudad; y que además tiene centros comerciales, bancos y zonas industriales, una proximidad conveniente a las rutas principales y al aeropuerto de Tocumén.…  y para ir se pasa por Panamá Vieja, como sacándole la lengua a su destrucción, y diciéndole al Pirata Morgan, que después de todo, la ciudad se pudo levantar más, gracias al reto que le puso.

Demás está contar que en los días que estuvimos pudimos gozar de los centros comerciales cerca del hotel y también tuvimos oportunidad de apreciar el sistema de transporte amplio que tiene la ciudad y que ya se hace demasiado congestionado para la circulación del parque automotor.  Inclusive, existe un proyecto que está en realización, que es el de construir una carretera alrededor de los muros antiguos que rodean a la ciudad; proyecto que está siendo ampliamente criticado porque alterará el centro histórico.
Cansada ya de los precios de los taxis, que se pueden ir apilando si uno quiere viajar muchas veces al día, tuve la oportunidad de transportarme en uno de los "busitos" que usan los panameños, los llamados diablos rojos...todos pintados de múltiples colores y bien baratitos...sólo .25 centavos de dólar.  Olvidaba decir que en Panamá se usa indistintamente el dólar americano y el Balboa, y que ambos tienen el mismo valor.

El señor Trump, asi como otros inversionistas, están construyendo moles de acero y ladrillo por toda la ciudad.  Aquí una vista de uno de sus hoteles:



Y así les he presentado una posible guía de viajes que quizás le podrá ser útil al viajero interesado en la historia de un país que va en franco progreso...ojalá no sea en detrimento de las clases menos favorecidas, porque ocupar el primer puesto en América Latina en Mejor Indice de Desarrollo Humano, debe de significar un beneficio total para las poblacines hasta ahora desatendidas; en especial, las isleñas.
Merece la pena mencionar , que este diario de viaje se extenderá a la visita al Canal de Panamá, así como  a un viaje a las Islas de San Blás  que se detallarán en artículos aparte, debido a la extensión de estos temas.


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen articulo Lucy ,si esta es la primera parte como seran las sgtes??espero ver la lista de los restaurantes

Anónimo dijo...

Excelente articulo Lucy.
Con tu permiso lo voy a postear en otro pagina.
Muchas gracias.
Muy interesante. Redactas muy bien. Bendiciones

Luz dijo...

Excelente tu crónica de tus viajes a Panama, espero con ansias la segunda parte.

Lucy Newton dijo...

A los que me felicitaron por el artículo, tienen razón, se me había olvidado, con el entusiasmo de mi libro sobre los nativos Kunas (como prefieren llamarse)y lo que me encantó visitar sus paradisíacas islas, que no habia posteado el capítulo I de la Segunda Parte de mi Diario de Viaje. Hasta escribí un libro y también he puesto artículos sobre el Canal de Panamá y el significado del gobierno de Torrijos en ese bello país. Sigan leyendo y contándome qué tal les pareció. El libro lo publiqué en la editorial Lulu.com con el nombre de El Mundo de los Gunas. Espero le den una ojeadita y les guste

Lucy Newton dijo...

Me puedes decir donde lo posteaste? No te olvides de poner mi nombre porque hay veces las personas se pueden apropiar de mi trabajo, sin nombrarme y no me gustaría! Gracias por tus elogios.