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sábado, 11 de septiembre de 2010

Tomás Iriarte y su fábulas oportunas.

En un libro de mi abuela me encontré un papelito celeste...ya teñido por el tiempo, con una fábula que viene muy a pecho en estos tiempos.  Así que decidí transcribirla.  Se llama el Burro Flaustista, y es de Tomás de Iriarte (1750-1791), quien fue un escritor y fabulista español que nació en la Orotava.  Fue un traductor de teatro francés.  Tradujo el arte poética de Horacio. Escribió la comedias la Señorita Malcriada (1788), y el Señorito Mimado en 1790.  Es conocido por sus fábulas literarias; de las que dicen que son de mayor calidad poética que las de Samaniego.  Murió en 1791 en Madrid.

          EL BURRO FLAUTISTA

Cerca de unos prados que hay en el lugar
pasaba un Borrico por  casualidad.

Una flauta en ellos hallo, que un zagal
se dejo olvidada por casualidad.

Acercóse a olerla el dicho animal;
y dió un resoplido por casualidad.

En la flauta el aire se hubo de colar;
Y sonó la flauta, por casualidad.

"Oh ! dijo el Borrico, que bien sé tocar!
Y dirán que es mala la musica asnal."

Sin reglas de arte Borriquitos hay
Que una vez aciertan por casualidad.

Interesante, no?   Hay "sabiondos" o "sobacos ilustrados", como yo les digo, que andan proclamando su sapiencia y  todo lo que los demás digan no tiene valor, a pesar de que muchas veces las otras personas se hayan ilustrado más que ellos.  Si les liga una u otra vez por casualidad....a la larga no podrán ocultar cuán "borriquitos"son.

Y qué me dicen de este otro?  Jaja qué risa me dió y qué a pecho les cae a ciertas personas que viven en este país y que cuando regresan de visita al suyo, fingen haberse olvidado de su idioma madre...aquel con el que aprendieron a decir su primeras palabras.

           LOS LOROS Y LA COTORRA


De Santo Domingo trajo
dos loros una señora.
La isla en parte es francesa,
y en otra parte española.

Así, cada animalito
hablaba distinto idioma.
Pusiéronlos al balcón,
y aquello era Babilonia.

De francés y castellano
hicieron tal pepitoria,
que al cabo ya no sabían
hablar ni una lengua ni otra.

El francés del español
tomó voces, aunque pocas;
el español al francés
casi se las toma todas.

Manda el ama separarlos,
y el francés luego reforma
las palabras que aprendió
de lengua que no es de moda.

El español, al contrario,
no olvida la jerigonza,
y aun discurre que con ella
ilustra su lengua propia.

Llegó a pedir en francés
los garbanzos de la olla,
y desde el balcón de enfrente
una erudita cotorra
la carcajada soltó,
haciendo del loro mofa.

Él respondió solamente,
como por tacha afrentosa:
«Vos no sois más que una PURISTA».
Y ella dijo: «A mucha honra».
¡Vaya, que los loros son
lo mismo que las personas!

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