Salvador es pintor y Barranquino de nacimiento. Seguro de allí se conoce con mi amiga Sara, quien fue la que me lo presentó en un almuerzo por su santo en su casa de Pachacámac, a la que ella me llevó. “Te va a gustar conocerlo”, me dijo. “Conocer a su esposa Carolina Viale y a sus hijas gemelas, Lucia y Beatriz; conocer su arte y el de sus alumnos; conocer su escuela-taller, y la historia de su fundación.” Así llegué,adentrándome a este mundo bucólico, lejos de la ciudad con sus edificios sucios por la polución, pasando por las fábricas de esa Lima que se industrializa y por la tugurización en los cerros, adonde han sido empujados los desatendidos…los que llegaron tarde a la repartición que impone el crecimientodemográfico.
Es esa ciudad de la que se escaparon Salvador y
Carolina hace veinte años para dar rienda suelta a su imaginación y a las
inquietudes del alma…huyendo del progreso que aplasta y despersonaliza al ser humano.
Se fueron “lejos del tráfico, del humo
del caos… de ese mundo delirante” y llegaron a un terreno que adquirieron por
casi nada para comenzar una vida alejada del mundanal ruido. Sus vecinos fueron campesinos y artesanos que
habían escapado de la violencia de los andes, durante la época del terrorismo y
se refugiaron en el desierto, donde comenzaban a construir también sus
viviendas y a cultivar pequeñas parcelas para su consumo. Venían de Huánuco, Huancavelica, Apurímac,
Ayacucho, Tingo María… No tenían luz,
agua potable ni alcantarillado, pero se sintieron libres del peso con que los
aplastaba la ciudad. Así vivieron por 10
años hasta que el progreso de la ciudad los alcanzó y se hizo necesario. “Viajar a Lima es viajar por la historia de
la humanidad…viajas pasando por 5,000 años de historia…pasando por huacas, fábricas
y ciudades dilapidadas” dice Salvador.
En un cuadro que después
pintaría, se refleja claramente su sentir sobre esto.
En Pachacámac renovó su
vida como artista. Después de
enfrentarse con un mundo competitivo y limitado como el de la grandes ciudades
en extremos tan diversos como Milán (donde estudió geometría y pintura) y Lima, sintió que su arte tomaba
un sentido diferente, en el que se podía mirar al mundo e interpretarlo a su
manera. Carolina y él se dedicaron a su
pasión…él a su pintura y ella a su música.
Muchas veces ella lo acompañaba en sus vueltas por el campo mientras
pintaban. Según Salvador, vivían una
vida amable y fue un shock sentir que había la posibilidad de una vida
perfecta…algo así como en el paraíso…sin barreras, sin grandes posesiones, pero
disfrutando de la riqueza y apreciación de la naturaleza. Era un mundo donde él se podía sumergir en
una pintura personal, sin limitaciones convencionales, “donde el pintor
construye un mundo que se convierte en su refugio personal; donde lo
inimaginable se hace real. Un mundo de
sitios escondidos…de piedras, de ríos, de cactus, donde el cielo se funde con la tierra y la
luna asoma tímida, donde te puedes desnudar en medio de un paraje, sin
preocupación alguna; donde te puedes comunicar contigo mismo” Por eso le gusta
tanto recrear paisajes.
En aquellos tiempos pasaban libremente por su
propiedad, muchos niños que daban vueltas por allí a la salida de sus colegios, o mientras
ayudaban a sus padres en las labores de las chacras vecinas. Ellos se interesaron por la pintura y Salvador y Carolina les consiguieron
lápices y papel y los dejaron dibujar.
Poco a poco fueron viniendo más
interesados y ellos se vieron en la necesidad de conseguir gente que los
ayudara a formar un pequeño centro de
enseñanza donde los niños pudiesen expresar sus inquietudes por el arte. Y aquí entra toda esta explicación filosófica
que nos hace Salvador sobre el efecto del dibujo en la educación del niño. Nos dice que con el dibujo se hace un mapa
del mundo. Al mirar su entorno, y
plasmarlo en el papel, el niño se ve a sí mismo. El niño plasma en él su forma
de entender al mundo, lo que es importante para él…el dibujo debe de ser libre
porque es la forma como cada persona ve al mundo y que marca la diferencia con
los demás. A un niño no se le puede
censurar su dibujo, porque aquellos son los que marcan quiénes son ellos. Las
visiones son infinitas y cada uno tiene
que tener su propia visión. La historia no es igual para todos.
Y fue así como
fue observando que surgía un interés por aprender de parte de ellos, por
encontrar una continuidad en lo que hacían. El despertar de la creatividad del
alumno es la mejor manera de conducir la educación. Encontraron la motivación y confianza
suficiente para querer aprender y educarse.
Por ese entonces, se pasaron la voz algunas
personas que vivían en Lima, sobre las clases de pintura, y comenzaron a venir,
algunos como voluntarios, otros como aprendices, a participar en esta nueva
aventura. Así llegó una señora de
ochenta años, Clara, que había sido profesora en su juventud, pero que quería
pintar. Cuando los alumnos se enteraron
de su profesión, le pidieron ayuda para que los orientara en sus tareas del
colegio. Así, en una ramadita que le
prepararon, Clara empezó a enseñarles y se lo tomó muy en serio. Le llamaban la Escuelita de Clara
Cuando Salvador y Carolina decidieron crear la Escuela, quisieron nombrarla así en
honor a esta gran señora. Su recato la
llevó a protestar por esto y a los
fundadores no les quedó otra cosa que
llamarla Sociedad Educativa Solidaria, Escuela Declara.
En esta escuela, aparte del taller de dibujo y
pintura, se fueron creando talleres espontáneos de cerámica, música y tejido en
telar, en los que hoy participan personas de diferentes edades y sectores sociales. Músicos, tejedores, ceramistas y maestros, se
fueron sumando al grupo dispuestos a compartir sus conocimientos en unas casitas de barro que se fueron
construyendo en la propiedad.
La Escuela Declara es “una comunidad de
personas de diferentes edades y “circunstancias”que se encuentran en Pachacámac
y se juntan para actividades artísticas y artesanales. Está basada en una actitud educativa solidaria
y recíproca (donde cada uno enseña o comparte lo que sabes y aprende) en un
lenguaje común que es el arte. La
escuela no es un proyecto, es una forma de vivir compartiendo y
satisfaciendo una necesidad humana
básica pero ignorada; la necesidad del arte.”
Rafo León nos dice: Tengo el agrado de escribir que existe en
Lima, en Pachacámac para ser preciso, un jardín donde las casas parecen no
tener fronteras y donde la realidad, sin dejar de serlo, se ha transformado de
norma castradora, en impulso creador, en encanto. Los niños que por ese entonces pasaban por
allí, tímidos y huidizos, desconocían tener un talento para dibujar, pintar,
tejer, hacer música, tallar, cocinar, coser y conversar.” Claro está que la mayor parte de los
migrantes a esa zona eran artesanos en sus lugares de origen y llevaban el arte
en sus venas.
Hoy en día, han pasado 20 años desde esta gran
aventura y en la Escuela Declara se ha instalado una dinámica
creativa, y educadora que hoy se va extendiendo por los diversos colegios del
valle de Pachacámac. Los alumnos de
antes se han convertido en maestros de los nuevos asistentes y muchos de ellos
exponen y venden sus trabajos allí. La Escuela se ha unido a la Asociación Atocongo,
gracias a la cual puede sostenerse y crecer.
Las clases se han extendido a los colegios de la zona. Profesores y alumnos aprenden juntos y los
profesores aprenden de los niños. Marco Palacios, el profesor de pintura, es un
valioso educador para los niños.
Salvador ensena en los colegios. Él dice: “No hay que tener miedo…hay que dibujar para conocer tu entorno, para controlarte, para relacionarte con el mundo, para desarrollar tu inteligencia”. Este mundo es un lienzo para tu imaginación… Para Salvador, el dibujo es un efectivo ejercicio de observación y de concentración. A través de él se medita. Los niños mismos descubren sus propias técnicas para resolver sus problemas de creación y de acción. Según el poeta y crítico literario Herbert Read, quien escribió varios volúmenes sobre el rol del arte en la educación: “El Arte se halla profundamente incorporado en el proceso real de percepción, pensamiento y acción corporal….el arte es parte del proceso orgánico, no es un asunto ornamental.”
Salvador ensena en los colegios. Él dice: “No hay que tener miedo…hay que dibujar para conocer tu entorno, para controlarte, para relacionarte con el mundo, para desarrollar tu inteligencia”. Este mundo es un lienzo para tu imaginación… Para Salvador, el dibujo es un efectivo ejercicio de observación y de concentración. A través de él se medita. Los niños mismos descubren sus propias técnicas para resolver sus problemas de creación y de acción. Según el poeta y crítico literario Herbert Read, quien escribió varios volúmenes sobre el rol del arte en la educación: “El Arte se halla profundamente incorporado en el proceso real de percepción, pensamiento y acción corporal….el arte es parte del proceso orgánico, no es un asunto ornamental.”
El taller de máscaras se ha extendido a la
escuela de Cardal, por ejemplo, y allí se hacen máscaras y títeres con los que
ilustran pequeñas historias contadas por los niños.
El sostenimiento de la Escuela se ha basado
principalmente en donaciones y en la creación de sistemas solidarios. Para sostenerla, se pidió ayuda de amigos e
instituciones que estuviesen interesados en ayudar a diseñar un modelo educativo iniciado por los
propios niños. Venden productos
artísticos y artesanales, pusieron en
marcha un restaurante y organizaron pequeños recitales musicales. Salvador tiene una serie de historietas que
han sido ilustradas con sus dibujos.
Carolina y él escribieron en el año 2005, un importante documento
llamado YO SOY, sobre los derechos de los niños y niñas.
La Escuela se ha hecho conocida en base a los
resultados de su presencia activa y permanente en la comunidad y en las escuelas
rurales de educación primaria de la zona.
Quiero terminar con un escrito de la gran
educadora argentina, Leticia Cossettini, gran amiga de los Velarde, quien
siempre los apoyó en esta obra monumental que se han propuesto:
“El arte infantil es posible cuando la escuela
conduce al niño al descubrimiento del mundo que lo rodea y de sus relaciones de
orden y armonía; cuando la autoridad del
maestro está hecha de amor y conocimiento y el niño se deja conducir por su experiencia que lo
ayuda a crecer. La ternura del maestro
lo salva del miedo, de la timidez y de la indecisión, y el arte infantil nace
con natural sencillez como un don de gracia.
Su acción es decisiva y cualquiera que sea la asignatura o el aspecto de
la educación, el maestro logra del niño lo mejor de sí mismo al expresarse con
sinceridad; al descubrir la armonía y belleza en lo cotidiano y al conducirlo
fluidamente a niveles de expresión más altos, pero siempre verdaderos. La aceptación de la disciplina y la
asimilación de conocimientos son consecuencia de esa necesidad recíproca de
amor y de libertad de expresión, y del logro de ambas. El arte infantil es posible sin maestros de
arte (La escuela actual nos lo posibilita).”
Lucy Newton de Valdivieso Noviembre de 2015
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