SANTA ROSA DE LIMA: UN HIJA DE SU TIEMPO
Pintura Post Mortem de Santa Rosa por Angelino Medoro
¿Qué limeño o visitante del
Santuario y Basílica de Santa Rosa de Lima, no ha
sentido el deseo de escribir una petición para la solución de un caso
desesperado y arrojarla al pozo que allí se encuentra, con la esperanza de que
la Santa interceda por la realización de sus deseos? Ésta es una de las costumbres más arraigadas
de nuestro repertorio limeño, y todo el mundo vive pendiente de que no se le vaya
a ocurrir a un” curiosito”, agenciárselas para bajar al pozo seco de 20 mts. de
profundidad, y que encuentre la llave del cilicio que usaba la Santa alrededor
de su cintura; vaya a ser que se cumpla la predicción de que el día que ésta se halle, anclarán
los barcos en la Plaza de Armas de Lima (¿quizás como secuela de un gran terremoto o tsunami?).
Para comprender
la vida de Santa Rosa, es necesario situarnos dentro de la época en la que ella vivió.
El siglo XVI fue
un siglo conflictivo en Europa. A las
guerras entre España y Francia y a las amenazas inglesas por conquistar la hegemonía
en el Nuevo Mundo, se suman los problemas religiosos derivados de la Reforma
Protestante de Martín Lutero, así como el surgimiento de la corriente
Humanista. Fue la época en que España apoya al papa y se separa en lo religioso, de Inglaterra, Alemania, Suiza y de los Países
Bajos. Se realiza el Concilio de Trento,
por el cual se dictaron medidas para garantizar el comportamiento del clero y del
laicado, de acuerdo a las disposiciones de la Iglesia Católica Romana. Se reafirma la doctrina católica tradicional,
por la cual el hombre es responsable, con su conducta, de su salvación o
condena. En España se intensificó el sentimiento religioso, aumentaron el número de clérigos, y se construyeron muchas iglesias. También se estrechó la unión de la Iglesia
con la Corona, la cual tenía la atribución de nombrar los cargos eclesiásticos. Fue durante esta época, que surge la Inquisición,
como Tribunal Eclesiástico dedicado a perseguir a los herejes y transgresores
de la doctrina cristiana. Se consideraba
que éstos atentaban, además, contra la seguridad del Estado.
Cuando los españoles
vinieron al Perú, trajeron consigo la ideología de su época; la que fue
facilmente impuesta a los pobladores del Nuevo Mundo; ya sea españoles,
mestizos o indios.
En Lima
abundaban las iglesias, y el 10% de su población masculina se había acogido al
clero. Siendo la capital del virreinato,
era allí adonde estaban situados los locales de gobierno y las más importantes
iglesias y monasterios.
Ésta era, además,
una época en la que se fomentaban el lujo, la extravagancia barroca, y las jerarquías
sociales, así como la vida en familias extensas. La mujer se dedicaba a las
tareas domésticas y al cultivo de las labores manuales y del arte; en especial,
la poesía y música. La vida religiosa
era extensa y rígida, fomentándose el cultivo de la vida espiritual y de la observación
de los sacramentos. Estaban convencidas, además, de la existencia de señales
divinas proféticas, y de los milagros.
Fue una época
fértil en la “producción de santos” como Santa Rosa de Lima (primera santa en
el Nuevo Mundo), San Martín de Porres, Santo Toribio de Mogrovejo, San Juan Masías
y un sinnúmero más de beatos venerados por el pueblo como el Padre Urraca, Juan
Gómez, Francisco Camacho y otros, de diversa extraccion social; demostrando así,
que los efectos se hicieron sentir más allá de las estrictas jerarquías
sociales de la colonia.
De esto nos
dice José Antonio del Busto: “La ciudad era expresión de misticismo
pre-barroco, penitente, cilial y flagelante”
La llegada
de los jesuitas y dominicos favoreció las discusiones teologicas, tema favorito
de las tertulias religiosas de los diferentes hogares; consideradas peligrosas
por sus posibles malinterpretaciones; sobretodo entre las mujeres, a las que se
consideraba iletrada e incapaz de ejercer un buen juicio en sus
interpretaciones. Fue también la época
de la extirpación de las idolatrías de los indios.
Los
peligros que representaban las invasiones de los piratas, así como la
resistencia de los indígenas, creaban un ambiente de tensión constante.
En esta época
surgen las beatas; mujeres laicas que buscaban una vida de santidad fuera del
matrimonio o de la rigidez conventual.
Sin haber hecho votos religiosos, se dedicaban en sus casas, al servicio
de Dios y al ejercicio de la caridad dirigida a los más necesitados y a los
enfermos. Algunos estudiosos sugieren
que muchas de estas mujeres buscaban a través de este tipo de vida, una
alternativa al control patriarcal. Sin
embargo, sus acciones carismáticas y místicas, nunca estuvieron libres de las
regulaciones y vigilancias de la iglesia, la cual veía en ellas una especie de
amenaza para la preservación de la rigidez doctrinaria permitida. Luis Miguel Glave (En “De Rosas Y Espinas”,
Instituto de Estudios Peruanos) nos dice que Santa Rosa es producto de esta
mentalidad rígida; que se siente cupable por los excesos e injusticias de los españoles
y que se identifica con los temores y sueños de los limeños, y se pliega el
sentimiento que tienen estas mujeres de rogar por los pecados de la ciudad, imponiéndose
a sí misma penitencias y sacrificios expiatorios. Tiene el don de comunicarse
con Dios, de predecir sucesos, y de obtener favores divinos. Rosa se constituye en un elemento liberador
de las tensiones de las primeras décadas del siglo XVII. Sus penitencias intentan redimir los
sufrimientos de los desposeídos y de los pecadores.
¿Pero cuál
fue la breve historia de Santa Rosa, quien a los 31 años ya había cumplido una misión
tan grande en la redencion de almas, cuando fue recogida por una muerte
prematura? Su nombre de pila fue Isabel
Flores de Oliva, y nació en Lima, el 30 de Abril de 1556. Sus padres fueron Don Gaspar Flores, portorriqueño,
servidor de la guardia del virrey, y Doña María de Oliva, quien enseñaba
labores manuales a las hijas de familias nobles para ayudarse económicamente. Rosa procedía de una familia pobre y numerosa:
Eran 10 hermanos. Algunos de sus biógrafos
dicen que sus abuelos eran indios. Cuenta la historia que su madre le puso
Rosa, puesto que un día cuando ella era bebé, le vio el rostro lozano como una rosa. Desde niña mostró una tendencia hacia lo
religioso.
Santa Rosa vivió
cuatro años en Quives, adonde su padre fue administrador de una mina. En una de
sus tradiciones, “Esquive Vivir en Quives”, Don Ricardo Palma nos dice que en
este pueblo de indios, reaccio al yugo español, Rosa recibió el sacramento de
la Confirmación, de manos de Santo Toribio de Mogrovejo. Fue cuando se mudaron
a Lima, de nuevo, que la santa inició sus curaciones milagrosas y el servicio a
los pobres y enfermos. Jamás abandonó su
situación de beata laica, poseedora de un extremo misticismo y acercamiento a
Dios. Fundó un convento dominico
dedicado a Santa Catalina de Siena, a la que tomó como ejemplo de vida; pero sólo
tomó el hábito terciario, dedicándose a labores de enfermería. Según Glave,
“Rosa desistió de ser monja, porque la segregación racial en los monasterios
era un signo antievangélico”; y cuando fundó el monasterio dominico, fomentó la
unificación de categorías sociales y razas.
Siempre se opuso al trato cruel de los españoles para con los indígenas
y los esclavos negros. Fue una gran teóloga
y misionera, arengando siempre a los miembros del clero, cualquiera fuera su categoría
intelectual, a propagar la fe, y a no abundar en decisiones inútiles.
En su casa construyó
una ermita adonde pasaba muchas horas dedicadas a la contemplación de Dios y a
la lectura. Cuenta Don Ricardo Palma cómo
Santa Rosa “adquirió un compromiso con los mosquitos” para que no la
fastidiaran. Flagelaba allí su cuerpo
constantemente, y lo sometía a constantes torturas y ayunos. Llevaba una corona
de espinas en imitación de la corona de Cristo, y usó un cinturón de fierro con
púas para maltratarse por los pecados del mundo. Fue poeta y tocaba la vihuela sin haber nunca
aprendido a hacerlo. Se le atribuyen
muchos milagros, profecías y curaciones.
Dicen que tenía el don de estar en varios lugares a la vez. Fue muy
devota de la Virgen del Rosario, con la cual conversaba frecuentemente. Se cuenta que el niño Jesús le pidió que
fuera su esposa; lo cual ella aceptó con gran devoción. La tradición cuenta que fue en el jardín de
Rosa adonde surgió el primer rosal de América.
Rosa vivió
los últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo Maza y de Doña María de Uzátegui; casa que se convirtió en un centro de tertulias espirituales, en
las que participaban cristianos de renombrada trayectoria profesional, así como
varias beatas.
Rosa murió
el 22 de Agosto de 1617 y sus restos fueron enterrados en el altar de la
Basílica de Santo Domingo, adonde actualmente se le venera. Debajo de una pintura hecha, después de su
muerte, por el famoso pintor de la colonia, Angélico Medoro, se conserva el cráneo
de la santa, coronado por rosas. Su
tumba se encuentra junto a la de San Martín de Porres, del cual fue muy amiga,
y de San Juan Masías.
Fue
beatificada por el papa Clemente IX el 12 de febrero de 1669, dándole el título
de Patrona del Perú. Posteriormente se
le nombraría Patrona de América, de las Filipinas y de las Canarias. También es Patrona de la Policía Peruana y de
muchas otras intituciones peruanas y extranjeras. Se dice que el papa, al dudar del expediente
para su beatificación, pidió que cayera una lluvia de rosas; lo cual le fue
milagrosamente concedido. Éste se volvió
tan devoto de la Santa, que al morir dejó un fuerte legado para que se
construyera en Pistaza, su tierra natal, una espléndida capilla en honor de
ella.
Se dice que
la primera firma que puso Felipe V como Monarca de España, fue para pedir la
beatificacion de Rosa, y que el día que los madrileños celebraron las fiestas
de beatificación, se vio una estrella cerca al sol.
Dice Don
Ricardo Palma que cuando en febrero de 1672 se efectuaron las fiestas de canonización,
se pavimentaron las calles con barras de plata, y se adornaron los altares con
alhajas.
Don Pedro
de Valladolid y Don Andrés Vilela, posteriores propietarios del inmueble donde vivió
Rosa, donaron el terreno para que se contruyese su Santuario y Basílica.
Allí se conserva
todavía, su ermita, el pozo, y la enfermería con la imagen del Santo Niño El
Doctorcito, a quien ella le consultaba sobre los casos graves de sus enfermos. En el santuario hay una imagen de la Santa
pintada sobre madera tomada del Huáscar, adonde combatió “El Ilustre Caballero
de los Mares”, Don Miguel Grau.
Ramón
Mujica Pinilla, en su “Rosa Limensis” (2001), nos dice que Rosa ocupa un papel
central en la formacion del nacionalismo peruano, pues en ella se unen todas las
razas y clases sociales de Lima. “Las
visiones de Rosa fueron interpretadas como la utopía de una iglesia que se
renueva en las Indias, en donde las mujeres tienen un papel protagónico, y el
anhelo de una sociedad en donde ningún trabajo sea considerado deshonroso”.
(Glave, IEP). Según Glave, “Rosa fue un
personaje de la vida urbana de Lima, una hija de su tiempo y un símbolo de la
identidad de esta naciente república indiana; al punto que fue proclamada en
1670, en contra de las propias normas del papado de entonces, Patrona del Perú”.
Lucia
Newton de Valdivieso
30 de Agosto del 2008
SANTA
ROSA DE LIMA, Virgen
"Rosa de Santa María"
Patrona de América, Perú y las Filipinas
Fiesta: 30 de agosto
"Rosa de Santa María"
Patrona de América, Perú y las Filipinas
Fiesta: 30 de agosto