LA MADUREZ Y LA INCOMPRENSIÓN
Hoy no quiero escribir cosas cursis sobre las madres, poesías, ni sentimientos nobles. Hoy quiero escribir sobre mi experiencia como madre; lo que yo les he querido dar a mis hijos, para que cuando alguna vez abran estas páginas, sepan lo que su madre pensó, de donde vino y qué quiso ser y hacer.
Quiero que sepan que su madre tiene vida propia y sentimientos propios. Que a pesar de que son lo más grande que su padre y yo pudimos obtener como regalo de Dios; por ese libre albedrío que El nos otorgó, los criamos como sabíamos hacerlo...sin perfeccionismos, pero con la certeza o creencia de lo que hacíamos era por su bien. Era lo que supimos hacer en esos momentos.
A pesar de haber pasado por esa etapa rebelde de juventud, por la que creo pasamos todos los seres humanos, cuando intentamos el "destete" de nuestros padres, no nos acordamos de aquello cuando tuvimos que ser nosotros los sujetos, y tratamos de "imponerles" a los nuestros, diz, lo que anhelábamos para ellos. Ya me imagino la prisión en la que se deben de haber sentido los niños que querían volar antes de tiempo.
Hoy veía a esas palomas que suelen posarse en el techo viejo de mi casa y cantan unos sonidos que por más que trato no puedo imitar, y pensaba y pensaba que por un rato nomás quisiera ser paloma y volar y volar para ver donde se fueron mis polluelos y leerles la mente para saber si todavía piensan en mí como yo en ellos.
Quisiera decirles a mis hijos y a todos los hijos del mundo, que hoy tengo esperanzas al haber llegado a la madurez; que la vejez no es un regreso al sentimiento de impotencia de esos primeros años en que comenzábamos a caminar y no podíamos porque nuestras piernas no nos lo permitían. Con la madurez, uno adquiere una cierta pasividad que permite a nuestro espíritu estar en comunión con nuestro cuerpo y mente. Donde supongo, porque todavía no he llegado, y espero que me falte muuuucho tiempo, que si uno no puede ejercer todas sus funciones vitales, por lo menos le quedan las memorias y una mente alerta mientras se puede, para recrearnos y remontarnos con nuestros recuerdos. La madurez sólo se adquiere con la experiencia del tiempo vivido...con la constante reflexión sobre los puntos álgidos de nuestra existencia, con el constante perfeccionamiento de nuestro andar por la vida, conservando una mente abierta al análisis, reflexión y aprendizaje.
No es necesariamente más sabio que yo ese joven que porque estudió una carrerita, ya sabe cómo vadear todos los ríos de la vida. Hay una diferencia entre creerse superior y experimentado, por haberse podido aprender de paporreta las fórmulas matemáticas, las leyes de mercado o tener una verborrea de abogado, con la de tener experiencia para saber qué consecuencias tienen nuestros actos en la vida. Si te cierras en un endiosamiento de tu persona, no importa cuán joven o viejo seas, y no estás abierto al cambio, a una atenta observación de las constantes en la vida de las personas, de las experiencias malas o buenas de los que te rodean, es muy seguro que nunca logres una madurez positiva. Y si tú has formado tus valores en base a una experiencia positiva, estarás más dispuesto a aceptar los nuevos desafíos que se te presentan, con mente abierta. Por eso creo que la vejez es honorable...en tiempos antiguos los viejos eran los sabios de la tribu. Hoy son relegados y poco escuchados. En los puestos de trabajo prefieren la vitalidad del joven y no se dan cuenta cuánta luz trae la experiencia combinada con la madurez de una vida bien transcurrida...Insisto tanto en esto porque he juzgado en mi tiempo y hoy, con mi apertura mental, comparo mis ideas de ayer con las de hoy.
Cuando me enfrasqué en la tarea de madre, ya había formado mis prejuicios y valores. Siempre tuve la mente abierta! Las ansiedades que vienen de los prejuicios, así como los valores que son el conjunto de principios que uno amasa y forma a través de la vida, inconscientemente en el primer caso y conscientemente, en el segundo, les fueron infundidos a mis hijos...Aprensiones, principios fundamentales, religiosidad, amor al prójimo, deseo del bien, respeto e igualdad para todos... todos se convirtieron en parte de la educación familiar. Más tarde, como en nuestro caso, todos estos principios de vida fueron aderezados por las experiencias personales de cada uno de ellos, obtenidas a través del intercambio social y o de su relación o convivencia con otras personas.
Así, lo que para ti es un valor, puede no serlo para mí o viceversa. Tu realidad no es igual a la mía. Yo no soy dueña de tu vida, como tú no eres de la mía...más si en esto va la estabilidad emocional de un ser indefenso...un ser que recién se integra al mundo y que requiere con urgencia mantener una seguridad emocional que le permita asumir valores positivos.
El amor de una madre no debe de ser egoísta, ni absorbente...pero tampoco puede ser ciego y manipulable. Si se enciende la luz de peligro y si se hunde el barco, hay que salir a flote y salvar a los náufragos...aunque la tormenta te impida ver a través de su cortina. Hay que rescatar los tesoros y mantenerlos vivos, para más tarde reunirlos con los que los reclaman...si se habla de personas, a aquellos que estuvieron ciegos...y por eso se la perdieron.
Todo esto que he dicho parece un rompecabezas, pero en manos de las personas idóneas y de los que me conocen, tiene un significado profundo.
Si hay alguna cosa de la que estoy orgullosa, después de todos estos años, es que asumí mi tarea de madre con orgullo, mucha tesón, e inculqué en mis hijos todos mis valores positivos. Cada día que ha pasado veo los frutos que ahora ellos cosechan y que me llenan de orgullo....pero la satisfacción más grande está en que ya cumplí, y no hay remordimientos.
A mis hijos, los felicito, porque hoy son hombres de provecho...con logros y luchas personales que algún día dilucidarán con mucha paciencia y mucha apertura mental, para que con el paso de los años logren la madurez necesaria para retransmitírsela a sus hijos.
En el Día de la Madre me felicito a mí misma, porque nunca me he dado por vencida en mantener mi sentido de moral bien alto, mi conciencia en paz y mis valores bien sólidos, aunque ello entrañe la incomprensión de cualquiera de mis hijos.
Cuando veo a mi madre, ahora que no la tengo como antes la tenía, porque vive con la vida prestada, recuerdo esos años de incomprensión en los que yo emitía juicios “tirados al aire”, fruto de mi falta de apertura y experiencia de vida. Con el paso del tiempo, logré comprender sus motivos personales y volví a resucitar mi cariño por ella. Gracias a Dios estuve a tiempo para hacérselo saber. Qué pena que el tiempo fue muy corto...
Hijo: si alguna vez te sentiste ofendido, perdóname por la angustia que causó tu incomprensión, fruto de tu falta de experiencia, pero comprende que no estarías muy orgulloso, si el día de mañana, uno de tus padres renunciase a sus valores para satisfacer tu orgullo ciego…y date cuenta que al buscar la armonía familiar, será más fácil para ti encontrar el rastro perdido….
"Ser incomprendidos por los mismos seres que amamos representa el cáliz amargo de nuestra vida. Por ello los hombres superiores tienen sobre sus labios esa sonrisa dolorosa y triste que tanto nos maravilla."
Amiel
Lucía Newton de Valdivieso 4 de Mayo de 2011
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